Un náufrago que estuvo diez días a
la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas
de la belleza y
hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para
siempre.
« Mí primera
impresión fue la de estar absolutamente solo en la mitad del mar ».
Resumen:
El 28 de febrero de
1955 cunde la noticia de que una tormenta en el mar Caribe ha hecho naufragar
al destructor Caldas, de la marina de guerra de Colombia. La búsqueda de los
náufragos se inicia de inmediato, pero al cabo de pocos días de esfuerzos
inútiles los marineros perdidos son declarados oficialmente muertos.
Sin embargo, una
semana después aparece uno de ellos. Es Luis Alejandro Velasco, que ha
permanecido diez días, sin comer ni beber, en una balsa a la deriva. El
renombre inmediato rodea al náufrago, un muchacho robusto, de veinte años,
"con más cara de trompetista que de héroe de la patria".
El sobreviviente
acude un día a la sala de redacción de El Espectador de Colombia. Propone a un
joven periodista narrar la verdadera historia del naufragio, sin las
deformaciones del oficialismo ni los manoseos de la propaganda.
El joven periodista
se llama Gabriel García Márquez. "En veinte sesiones de seis horas diarias
-dice el futuro autor de Cien años de soledad- logramos reconstruir el relato
compacto y verídico de sus diez días de mar. Era tan minucioso y apasionante
que mi único problema literario sería conseguir que el lector lo creyera."
La historia se publica en catorce días consecutivos. El éxito es fulminante. A
lo largo del diálogo salen a la luz muchas verdades, y el relato de aventuras
se convierte en denuncia política que agita al país, cuesta la gloria y la
carrera al náufrago y condena al exilio al entonces joven periodista...
Hemos leído este relato la semana en que el escritor se fue para
siempre (marzo del 2014).
Entrevista a García Marquez en Cartagena
Ha llegado a la conclusión de que uno es de su medio ecológico
« A mi me sueltan vendado y yo sé que
estoy en el Caribe porque el organismo me está funcionando de una manera que no
me funciona en otra parte … »
CUANDO ESTÁ EN EUROPA : « es un desastre,
duermo mal, la memoria me falla, las asociaciones las hago de otra manera »
¿QUE DESCUBRIÓ CUANDO VIAJÓ AL CARIBE PORQUE ESTABA
BLOQUEADO en la escritura del « Otoño del Patriarca » ?
Se dio cuenta de que se le habia acabado "la gasolina de su
cultura básica"
"Necesitaba tener otra vez ese ambiente metido adentro para
seguir escribiendo"
AUSENCIA / EXILIO
« Yo no me he
ido » ; « no he cortado el cordón umbilical »"No he podido desarraigarme del Caribe"
"Los elementos básicos de lo que escribo los tenía a los diez o doce años en la Costa"
LO NARRATIVO
El talento del Caribe es contar
La gente sabe contar.
EN LA ENTREVISTA, GARCÍA MARQUEZ HABLA DEL "VALLENATO" COMO MÚSICA POPULAR INTIMAMENTE LIGADA AL ALMA DEL CARIBE.
ESCUCHAMOS ENTONCES EL "VALLENATO" INTITULADO "NOBEL" DE LOS HERMANOS ZULETA RECORDANDO EL PREMIO NOBEL RECIBIDO POR EL ESCRITOR. LA LETRA DE LA CANCION HACE REFERENCIA A CIEN ANOS DE SOLEDAD
EL VALLENATO NOBEL
Gabo, te manda de Estocolmo
un pocón de cosas muy lindas
una mariposa amarilla
y muchos pescaditos de oro
Por eso sabe lo que te agrada
por eso el te manda conmigo
el perfume desconocido
que tiene un olor a guayaba
También te manda
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
Le mostré la frases tan lindas
que escribiste en un papelito
pa´ que se dé cuenta Gabito
que yo sí tengo quien me escriba
En el nuevo libro de Gabo
dijo que él iba a publicar
que yo me parezco a un gitano
y mi corazón a un imán.
También te manda
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
Tu sabes que Estocolmo está lejos
queda muy cerquita del Polo
allá se camina en el hielo
que un gitano trajo a Macondo
Gabo me ha invitado a su fiesta
y esto para mí es un gran honor
fui con los Hermanos Zuleta
pa’ que el Rey oyera acordeón.
IMANE
La noche del 13
Mayo
En la noche del martes 13 mayo, el buque "la
resistente" yendo a Italia, transportaba novecientos pasajeros, principalmente
turistas, y cien tripulantes a bordo.
Esa noche, los vientos soplaban muy fuerte. Había una terrible tormenta de
lluvia. A pesar del mal tiempo, el buque fue autorizado para abandonar el
puerto.
Media hora después, los tripulantes lanzaron la señal de alarma
e informaron de la existencia de fuego. Varios pasajeros pidieron volver al
puerto de partida, pero el capitán insistió en continuar su viaje a Italia
diciendo que todo estaba bajo control.
Como el humo se volvió más denso, los pasajeros subieron a
cubierta y empezaron a pelear con los tripulantes porque querían saber qué
pasaba. Marinos y capitán respondieron con frialdad: “cálmense y vuelvan a sus
cabinas”.
Al principio el fuego estaba en la parte inferior, pero pronto
se extendió. Después de una hora de pánico, terminó. Los pasajeros estaban
finalmente aliviados.
De repente, se produjo una explosión en la parte inferior y el buque se fue llenando de agua. Algunos pasajeros y tripulantes aterrorizados saltaron del buque y empezaron a nadar. ¡No tenían salvavidas y el barco se encontraba à 10km de la costa!
De repente, se produjo una explosión en la parte inferior y el buque se fue llenando de agua. Algunos pasajeros y tripulantes aterrorizados saltaron del buque y empezaron a nadar. ¡No tenían salvavidas y el barco se encontraba à 10km de la costa!
¡Lo más increíble de esta
tragedia fue que el capitán abandonó su barco! El buque se hundió y miles de
personas perdieron la vida!
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THIBAULT
La llegada de la plaga
Había una vez una
familia de campesinos en Galicia, región del norte de España. En esta familia
vivía una pareja con los padres de la esposa y sus tres hijos.
Estos agricultores
cultivaban trigo alrededor de la casa que se encontraba en un
pequeño pueblo cerca del mar.
Un día, un barco
que venía del Este llegó al puerto cercano. Los comerciantes vendían a los
restaurantes sus especias y productos raros que transportaban desde lejos.
Al día siguiente,
el padre, que estaba montado en el barco para comprar artículos, comenzó a
tener fiebre.
El abuelo, que no
podía moverse de su cama, reaccionó inmediatamente. Ordenó a su hija y a su
hijo pequeño que huyeran rápidamente en la medida de lo posible, al menos hasta
la próxima primavera.
Hicieron
inmediatamente sus paquetes y los dejaron en el bosque cercano porque encontraron
un refugio donde podían quedarse. La vida era muy difícil porque llegó el
invierno y todas las noches, los lobos se acercaban a la cabaña para tratar de
buscar comida.
El invierno fue muy
duro y muy frío, pero una mañana de marzo, el hijo menor decidió explorar el
área antes de que su madre se despertara.
Los lobos no
dejaron pasar esta oportunidad, y se lo comieron en el amanecer. La madre,
totalmente acongojada, decidió que todo el mundo tenía que volver al pueblo
antes de que el invierno terminara.
El camino de
regreso fue muy difícil en la nieve y el frío. Pero el resto de la familia se
las arregló para llegar a la aldea.
Se encontraron con
un pueblo desierto.
La plaga. Era la
peste. Estaban solos, todo el mundo se había muerto.
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RICARDO
Inspiración – El tráfico
de negros esclavos en los años 1600 y 1700 fueron muy intensos y eran
destinados al mercado de caña de azúcar en Brasil. Los viajes en barcos eran
muy peligrosos y pocos eran los negros que llegaban vivos y en buenas
condiciones de salud.
La historia
Zari era un guerrero de la tribu Macuas. Fue uno de los
miembros más importantes y tenía el respeto de todos gracias a su capacidad de
combate excepcional y fuerza física. Cazaba todos los días para alimentar a su
tribu, junto a su gran amigo Taú y vivía
con su familia: Lori, su madre; Zarina, su esposa y Xoloni y Xinavane, sus dos
hijos de 11 y 13 años, respectivamente.
Un día regresó a casa después de la caza y encontró su
aldea en llamas: los exploradores europeos habían invadido la aldea. Eran las
19:00 y el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte. Zari intentó localizar
a su familia, pero cuando finalmente la vio ya era demasiado tarde: su esposa e
hijos estaban encadenados, su madre gritando palabras de horror en su rostro
sangrado en frente de su casa. Antes de que pudiera reaccionar, fue encadenado
y dominado por 4 hombres. Tomaron a todos los hombres de la tribu y 3 mujeres, una
de ellas era Zarina. Lori fue abandonada en la aldea.la leyenda de los "hombres de la cara blanca" se hizo realidad. Caminaron encadenados durante dos días, hasta que finalmente llegaron al mar y al barco, que era sólo el comienzo de una gran tragedia.
En el barco, Zari y otros negros de la tribu fueron colocados en el sótano, muertos de hambre y frío, en condiciones horribles de higiene. Desde el décimo día, todos los días cada uno de sus amigos se enfermó y fue arrojado al mar por los comandantes de la tripulación. Zarina y las otras dos mujeres fueron "asignadas" en otra parte del barco, y todas las noches los hombres oían sus gritos de horror y violencia.
Veinte días después del inicio del viaje, vino una tormenta que torturó el barco y su tripulación durante 15 horas. Cada vez más, lo estaba levantando viento y las olas eran más violentas. Fue entonces cuando llegó la orden del capitán: "arrojen los negros por la borda!!!". El barco estaba demasiado pesado y no podía capear el temporal. Poco a poco, los negros más débiles, delgados y menos valiosos fueron arrojados por la borda. Los primeros fueron Xoloni y Xinavane. Zari y Taú lucharon duro para tratar de detenerlo, pero no pudieron. Por la desobediencia, Taú fue arrojado junto con los dos chicos y Zari se vio obligado a verlos ahogarse. En dos horas, el barco tenía la mitad de la cantidad de negros, y la última en ser arrojada por la borda fue Zarina, sus gritos eran una mezcla de alivio de liberación y tristeza por su Zari que seguiría vivo, sujeto a la tortura y el dolor.
La tormenta se fue lentamente, y el día que el sol volvió, extrañas y hermosas playas aparecieron delante de la embarcación. Se encontraban en Recife, Brasil. Zari sabía que su futuro sería una continuación de su triste y asfixiante viaje. ::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
LUC
La
Aeropostal
Cuando veo las nubes lejos en el horizonte no puedo impedirme que piense.
Cuando veo las nubes lejos en el horizonte no puedo impedirme que piense.
Ese viaje no fue una excepción. Soy un piloto
chileno y pertenezco a la Aeropostal. Me gustaría decir que soy unos de
los mejores pilotos actuales pero nunca he podido mentir. De hecho, era la primera vez que la compañía me dejaba un
avión para ir a Buenos Aires desde Santiago. Comencé mi viaje solo, rodeado únicamente de la
inmensidad de la Cordillera de los Andes.
Estaba muy feliz y orgulloso de este
privilegio y me sentía preparado. Ya llevaba seis horas de vuelo y me quedaba todavía bastante tiempo. Mi avión - o el que me prestaba la compañía - era un Potez 25. Para nosotros, pilotos, eso era muy
simbólico. En efecto dos años antes, Henri Guillaumet se había caído con un aparato
de ese tipo en medio de la Cordillera.
Por eso los temores causados por ese avión
eran concretos. Era como si supiéramos que estábamos pilotando un ataúd volante
que podía caerse en cualquier momento. Pero intentaba olvidar eso.
Me
concentraba en las nubes al horizonte y los colores del cielo alumbrado por el
sol que agujereando la noche estaba pariendo el alba [MD1] . Pienso que los pilotos son las personas
más felices del mundo porque les pagan para mirar la paleta de pintura que Dios
utiliza todas las mañanas para crear de nuevo el mundo de hoy. Así esa mañana
estaba mezclando el rojo y el amarillo con el algodón de las nubes y un pigmento secreto que da a las capas de colores
sus caracteres tan sedosos y metálicos. Los primeros rayos del sol
recalentaban mi rostro. Habría querido que este momento no terminara.
Habría
querido decir que siguiendo el sol me había encontrado en Buenos Aires. Habría
querido decir que me había encontrado en Buenos Aires al final. Pero en una fracción de segundo, negras y
gigantescas nubes lo arrastraron todo. La paleta mágica fue sustituida por la
obscuridad, el calor por violentos vientos y ráfagas de lluvia. Ya no vi nada.
A pesar de mi pesada carga de correo, el avión fue maltratado por los vientos
empujándolo pavorosamente y aleatoriamente a la izquierda o a la derecha como
si fuera una pluma. El avión empezaba a perder altura. Tuve que tirar con todas
mis fuerzas el joystick para estabilizar el aparato. De repente, a través
de un hoyo entre las nubes vi la montana alta y poderosa dibujarse delante de
mi. Con una calma tan sorprendente como plácida y resignada dije tres veces en la
radio : ¿MayDay?.
Mi mensaje se perdió en la vacuidad de las ondas hertzianas y fue rápidamente escondido por el rugido de los vientos y el zumbido del motor. No recuerdo precisamente en que pensaba entonces. Sé solamente que no pude enderezar el avión a tiempo. Yo vi el ala izquierda estallar contra la ladera de la montaña. Me di cuenta entonces de que perdí el control. El avión empezó a hacer barrenas y ya no sabía donde estaba el suelo y donde estaba el cielo. No me recuerdo cuando toqué la nieve ni la violencia del choque. Cuando desperté me encontraba tendido en la nieve incapaz de moverme. Podía ver el armazón de mi aparato cincuenta metros delante de mi. Ya no sentía mis piernas y tenía sangre en mis manos. Me daba vueltas la cabeza y no podía pensar en nada. Muchas horas habían pasado y estaba cada vez más débil. Comenzaba a delirar. El frío me entumecía y a medida que el tiempo pasaba, sentía mi cuerpo cada vez menos. En esta profunda inmovilidad, ya no sufría. Mi espíritu estaba yéndose. Fue en este estado de letargo que salí definitivamente de mi cuerpo.
Les Hablo desde mi taller de pintor donde cada mañana preparo la paleta y los colores del día para derramarlos en las nubes durante el alba. Intento dibujar señales para que los otros pilotos no me olviden y me gusta verlos dirigirse hacia mi todas las mañanas.
Mi mensaje se perdió en la vacuidad de las ondas hertzianas y fue rápidamente escondido por el rugido de los vientos y el zumbido del motor. No recuerdo precisamente en que pensaba entonces. Sé solamente que no pude enderezar el avión a tiempo. Yo vi el ala izquierda estallar contra la ladera de la montaña. Me di cuenta entonces de que perdí el control. El avión empezó a hacer barrenas y ya no sabía donde estaba el suelo y donde estaba el cielo. No me recuerdo cuando toqué la nieve ni la violencia del choque. Cuando desperté me encontraba tendido en la nieve incapaz de moverme. Podía ver el armazón de mi aparato cincuenta metros delante de mi. Ya no sentía mis piernas y tenía sangre en mis manos. Me daba vueltas la cabeza y no podía pensar en nada. Muchas horas habían pasado y estaba cada vez más débil. Comenzaba a delirar. El frío me entumecía y a medida que el tiempo pasaba, sentía mi cuerpo cada vez menos. En esta profunda inmovilidad, ya no sufría. Mi espíritu estaba yéndose. Fue en este estado de letargo que salí definitivamente de mi cuerpo.
Les Hablo desde mi taller de pintor donde cada mañana preparo la paleta y los colores del día para derramarlos en las nubes durante el alba. Intento dibujar señales para que los otros pilotos no me olviden y me gusta verlos dirigirse hacia mi todas las mañanas.
[MD1] !Bella
frase !
.....................................................................................
Malibu alerta
.....................................................................................
FATMA
Malibu alerta
En verano, tomé la
costumbre de ir a una playa de Monastir para nadar y relajarme. Es una pequeña ciudad costera tunecina que se llama “playa
de palmas”. También me acostumbré a flotar boca arriba y dejarme llevar por
la corriente. Un día mientras yo estaba allí, me encantó explayarme
sobre el mar, mirar el cielo, escuchar las aves y dejarme ir. De repente, sentí
como una bola de plástico que me tocaba. Por lo tanto, reaccioné
muy rápidamente para ver lo que era y para quitármela con la mano o
alejarme de ella. Pero cuando vi los tentáculos, no entendí lo que era durante
los primeros dos segundos. Después supe que era un tipo peligroso de
medusa dado su gran tamaño y color. En Túnez, estas medusas se
llaman medusas azules. Tienen un líquido venenoso en sus
tentáculos que causa parálisis. Así, me asusté y traté de
alejarme de ella. Pero la medusa tomó mi mano cuando revolvía el
espacio donde estaba y sentí un dolor insoportable en el
brazo. Ese dolor me dio un impulso lo que me permitió eliminar
parcialmente el peligro. En efecto, la medusa estaba a un metro de
mí. Pero, sentía un hormigueo en la mitad de mi cuerpo. Luego, no
sentí más nada. Una parte de mi cuerpo se durmió. Me mantuve en la
superficie del agua sólo gracias a mi otra mitad. Pero no tenía mucha
fuerza para nadar a la playa en esa situación.
Observé todo el tiempo a mi alrededor por temor a que la corriente acercara la medusa o que otras medusas surgieran. También, lloré con la esperanza de que alguien me oyera. Pero nadie me veía en ese estado mientras luchaba para llegar a la arena que parecía muy lejos. De repente, el viento empezó a llegar y las olas se volvían cada vez más grandes. Mi corazón estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir latiendo. Mi interior estaba muy agitado, el pánico me invadía. Haciendo un esfuerzo por respirar, una ola me alcanzó y bebí agua. Entonces, no podía respirar ya que toda mi boca estaba llena de agua. Intenté pedir auxilio pero nadie podía escucharme, estaba muy lejos y mi voz no tenía suficiente fuerza. El veneno de la medusa me estaba haciendo efecto y me resultaba muy difícil seguir con los ojos abiertos. No tenía fuerzas para nadar y mi cuerpo no respondía, no me podía mover. Cuando creía que era mi fin, que serían los últimos momentos de mi vida, un balón me tocó la cabeza. Mis últimas fuerzas las empleé en abrir los ojos y vi que era mi hermano menor de 10 anos que quería jugar conmigo. Cuando me vio que no podía más y que estaba a punto de ahogarme nadó rápidamente en mi auxilio y una gran ola lo atrapó por completo, ahogándose.
No sé cuánto tiempo más estuve en el agua. Sólo oía los gritos de mi hermano. Me pareció una eternidad pero de repente abrí los ojos, volví a tener fuerzas, pero ¿dónde estaba? Era el hospital. Mis padres estaban a mi lado llorando, parecían tristes y no se alegraron cuando me desperté. Les pregunté qué pasaba y mi madre no pudo contestar, en ese momento le entendí, mi hermano estaba muerto.
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PIERRE-LOIK
Observé todo el tiempo a mi alrededor por temor a que la corriente acercara la medusa o que otras medusas surgieran. También, lloré con la esperanza de que alguien me oyera. Pero nadie me veía en ese estado mientras luchaba para llegar a la arena que parecía muy lejos. De repente, el viento empezó a llegar y las olas se volvían cada vez más grandes. Mi corazón estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir latiendo. Mi interior estaba muy agitado, el pánico me invadía. Haciendo un esfuerzo por respirar, una ola me alcanzó y bebí agua. Entonces, no podía respirar ya que toda mi boca estaba llena de agua. Intenté pedir auxilio pero nadie podía escucharme, estaba muy lejos y mi voz no tenía suficiente fuerza. El veneno de la medusa me estaba haciendo efecto y me resultaba muy difícil seguir con los ojos abiertos. No tenía fuerzas para nadar y mi cuerpo no respondía, no me podía mover. Cuando creía que era mi fin, que serían los últimos momentos de mi vida, un balón me tocó la cabeza. Mis últimas fuerzas las empleé en abrir los ojos y vi que era mi hermano menor de 10 anos que quería jugar conmigo. Cuando me vio que no podía más y que estaba a punto de ahogarme nadó rápidamente en mi auxilio y una gran ola lo atrapó por completo, ahogándose.
No sé cuánto tiempo más estuve en el agua. Sólo oía los gritos de mi hermano. Me pareció una eternidad pero de repente abrí los ojos, volví a tener fuerzas, pero ¿dónde estaba? Era el hospital. Mis padres estaban a mi lado llorando, parecían tristes y no se alegraron cuando me desperté. Les pregunté qué pasaba y mi madre no pudo contestar, en ese momento le entendí, mi hermano estaba muerto.
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PIERRE-LOIK
La tragedia de Pompeya
Como todas la
mañanas, el sol, regalo de Apolo, proyectaba la sombra del gigante Vesubio
sobre la ciudad de Pompeya. Yo era
pastor de ovejas, por eso vivía en una cabaña al margen de la ciudad, en
los campos.
La gente se
había establecido al lado de la enorme sierra porque la tierra era muy fértil,
era bendita por Ceres, la diosa de la agricultura. Mis amigos se habían
establecido como mercaderes en el centro de la ciudad, eran mucho más educado
que yo.
Ese día, en
la madrugaba, fui a la ciudad para vender la lana de mis ovejas. Al andar, noté
que de repente el cielo se volvió gris. Empezó a nevar, pero la nieve no era ni
blanca ni helada. Parecía ceniza, lo que quedaba después de un fuego.
Encontré a
mis amigos para trocar mi lana. Aproveché para preguntar si sabían cual era la
causa de ese fenómeno. Me tranquilizaron diciendo que a veces Júpiter jugaba
con los elementos para oscurecer el cielo rápidamente y crear tempestades. Pompeya
era bendita por los dioses y ningún fenómeno podía hacerle daño.
De pronto, la
tierra tembló, las personas salieron a la calle para protegerse, las casas robustas
resistieron a pesar de la fuerte sacudida. Después de unas horas, la tierra se
había calmado y la vida normal se iba reanudando. Pero, yo tenía un mal
presentimiento, algo muy malo estaba a punto de suceder. Pero por no querer ser
como Casandra decidí quedarme silencioso. Temía que una catástrofe sucediera
porque lo había imaginado.
Bruscamente
la ira de Vulcano se desencadenó sobre la ciudad, la montaña empezó a escupir
fuego. El material era como un fuego animado, era lento pero destruía las casas
como si fueran de papel. La gente intentaba salvar lo poco que quedaba después
del paso de la lava destructora.
Era como la
descripción de los infiernos: la tierra antes fértil, ahora árida, y la
temperatura calurosa al lado de la lava y helada en otro lado por la desaparición
del sol. Los habitantes le suplicaron a los dioses que los protegiera y,
si eran culpables de cualquier cosa, que los perdonara.
Por suerte,
decidí volver a mi casa para cuidar de mis
ovejas que habían tenido que huir por el tremor. En el camino de regreso, debía cruzar un río. En ese momento, oí un gran ruido, como un disparo, y vi el gigante Vesubio estallar, el ruido era más fuerte que la fulminación de Júpiter. Un viento rojo y marrón empezó a recorrer la ladera del volcán. La flora que había resistido a la lava, fue totalmente aniquilada por este soplo de Plutón, el dios de la muerte.
ovejas que habían tenido que huir por el tremor. En el camino de regreso, debía cruzar un río. En ese momento, oí un gran ruido, como un disparo, y vi el gigante Vesubio estallar, el ruido era más fuerte que la fulminación de Júpiter. Un viento rojo y marrón empezó a recorrer la ladera del volcán. La flora que había resistido a la lava, fue totalmente aniquilada por este soplo de Plutón, el dios de la muerte.
Esa nube
ardiente seguía su camino con una velocidad digna de Mercurio, hacia la ciudad.
Intenté alertar a la gente con gritos porque no podían ver la amenaza nublados
por las cenizas. Mis amigos que se habían quedado en la frontera de la ciudad
me oyeron y empezaron a correr hacia mi dirección. Pero ya era demasiado tarde,
todo se acabó en un instante,
vi a mis amigos cansarse, vi la nube cubrir la ciudad como un sudario cubre un cadáver.
vi a mis amigos cansarse, vi la nube cubrir la ciudad como un sudario cubre un cadáver.
Por una reacción
automática, me hundí dentro del río. Luego, sólo quedaba la oscuridad, los
ruidos, las lamentaciones de la gente. En el río me sumergí hasta el punto de
que me faltaba aire, a pesar de esta protección, el agua era tan
calurosa que me quemó como si mi
sangre y piel hirvieran. Me parecía que ese momento de dolor duraba una eternidad. Cuando finalmente resurgí, no había ningún ruido, toda la ciudad estaba quemada. La gente permanecía fijada como si hubieran encontrado la mirada de la Medusa. Me quedé solo, abandonado por la gente, la naturaleza, los Dioses.
sangre y piel hirvieran. Me parecía que ese momento de dolor duraba una eternidad. Cuando finalmente resurgí, no había ningún ruido, toda la ciudad estaba quemada. La gente permanecía fijada como si hubieran encontrado la mirada de la Medusa. Me quedé solo, abandonado por la gente, la naturaleza, los Dioses.
¡Qué funesto destino
para Pompeya! ¡Qué mala Fortuna para este pueblo!
AELA
Fukushima sin amor
Minamisoma, Japón, 14h46. Sentí el suelo temblando. Vi el agua agitándose
en mi copa. Las fotografías en los muros empezaron un baile loco alrededor de
los clavos. En buena japonesa, cogí en un segundo un cojín del sofá y me
refugié debajo de la mesa. Acurrucada ahí, el cojín sobre la cabeza, oía el
ruido de vidrio roto, y los ojos cerrados, solo podía imaginar hasta qué punto
la casa se caía. Después de dos largos minutos de sacudidas, la calma
finalmente volvió. Salí con cuidado de mi escondite para comprobar los daños
hechos por el terremoto. A pesar de que la casa estaba equipada contra estos
accidentes, la violencia de las sacudidas había tirado al suelo la mayoría de
los objetos y el salón ya no tenía buena cara. Mirando por la ventana los
tejados rotos y los coches inservibles, vi que todo el mundo no había tenido
tanta suerte como yo. Era el 11 de Marzo 2014 y el reloj anunciaba 14h49.
Fukushima Daiichi, Japón, 14h46. Ese viernes no funcionaban los
reactores 4, 5 y 6 de la central de Fukushima Daiichi, sólo trabajaban los tres
primeros. Desde las primeras sacudidas, los sistemas de seguridad pararon todos
los reactores.
Minamisoma, Japón, 15h. El teléfono, que no sé cómo no lo había
deteriorado el seísmo, sonó. Me precipité hacia él, esperando oír a Hiro.
-
“¿Cómo estás?, preguntó mi marido.
-
Estoy bien, le respondi ¿y tú?
-
Bien, bien. ¿Y la casa, hubo desperfectos mayores?
-
Sí, pero, hubiera podido ser peor.
-
Vale. Lo que me importa es que estés bien. Voy a ver en el sitio de la central
de Fukushima Daiichi, nos llamaron a propósito de los reactores, parece que se
rompieron algunos. Hasta luego.
-
Vale, cuídate.”
A pesar de que mi marido era bombero
desde hace unos veinte años, siempre me preocupaba saberle en algún lugar
peligroso. Sabía que hasta que no volviera, a las 6 de la tarde, como siempre,
estaría nerviosa. Estábamos juntos desde hace unos 15 años, y siempre
habíamos vivido en la pequeña ciudad de Minamisoma, a 25km de Fukushima Daiichi.
Para distraerme, empecé a limpiar la casa.
Fukushima Daiichi, Japón, 16h37. Llegó a la costa la ola de 15 metros
provocado por el seísmo, explotando contra la central que solo tenía protección
para olas de 6 metros. La ola del tsunami deterioró los sistemas de
enfriamiento de los tres reactores, desencadenando las fusiones.
Minamisoma, Japón, 18h. La limpieza me ocupó hasta las seis,
hora a la que, como previsto, Hiro volvió a casa. Me explicó la situación en la
central. Los sistemas de enfriamiento de los reactores ya no funcionaban, lo
que podía causar una exploción. Vi que estaba preocupado, lo que no era común
en él puesto que era un hombre sereno; su angustia mostraba que la situación
era grave. Hiro volvería el día siguiente para cuidar el accidente. Con esa
perspectiva, no dormí bien esa noche. Temía por lo que podría ocurrir.
Minamisoma, Japón, 8h. Le dije adiós a mi marido, con el temor
– sentimiento que ya había tenido muchas veces por ser la mujer de un bombero –
de que era la última vez que lo deseaba. No estaba tan nerviosa como ayer, mi
marido me había tranquilizado, diciéndome que muchos expertos y equipos de
seguridad estaban en la central.
Cuando se fue, encendí la radio, para
seguir los acontecimientos. La voz anunciaba que la población que vivía en un
perímetro de 20km de la central había evacuado y decía que los que estaban a
menos de 30km de la central debían estar listos para irse. Me fui a preparar
una maleta para Hiro y para mí en caso de orden firme de evacuación. Cuando oí
que el sistema de enfriamiento del reactor uno se había quedado sin funcionar
durante unas 14 horas, me vinieron sudores fríos.
Minamisoma, Japón, 13h25h.
Oí por la radio que la Agencia japonesa de seguridad nuclear anunció que
la fusión del reactor 1 podía estar pendiente.
Minamisoma, Japón, 15h36. El presentador anunció que hubo una
explosión en el edificio del reactor número 1 de la central Fukushima Daiichi.
Me puso nerviosa el anuncio.
Minamisoma, Japón, 18h. Esperé a Hiro delante de la puerta de
nuestra casa. Las manos crispadas, las uñas desgarrándome la piel, me quedé al
acecho del menor ruido, esperando a mi marido.
Minamisoma, Japón, año 2014. Hace 3 años que espero a mi marido y
sigo esperándolo. Sin embargo, no me queda mucha esperanza.
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SAAD
La maldición del
primer despegue
Era un día normal cuando me desperté esa mañana. El cielo estaba azul y claro, un día perfecto para despegar. Hice mi ritual normal poniéndome mi ropa de aviador, y me dirigí al aeropuerto.
Cuando estaba en mi coche, me encontré recordando de que cuando era niño decía : « cuando sea grande, me convertiré en un piloto ». Ya era una realidad. Ese día iba a conducir mi primer aeronave solo, y estaba orgulloso.
Puse en funcionamiento el aparato y me preparé para despegar. El sol era brillante, y me dije : « va a ser un juego de niños ». A pesar de que el cielo se volvió gris, nunca me imaginé lo que me esperaba.
De repente, vi el cielo lleno de nubes, y comenzó a tronar. Mis instrumentos empezaron a bailar, y yo perdí mi confianza. Ya no controlaba el avión y perdí contacto con la torre de control.
Era un día normal cuando me desperté esa mañana. El cielo estaba azul y claro, un día perfecto para despegar. Hice mi ritual normal poniéndome mi ropa de aviador, y me dirigí al aeropuerto.
Cuando estaba en mi coche, me encontré recordando de que cuando era niño decía : « cuando sea grande, me convertiré en un piloto ». Ya era una realidad. Ese día iba a conducir mi primer aeronave solo, y estaba orgulloso.
Puse en funcionamiento el aparato y me preparé para despegar. El sol era brillante, y me dije : « va a ser un juego de niños ». A pesar de que el cielo se volvió gris, nunca me imaginé lo que me esperaba.
De repente, vi el cielo lleno de nubes, y comenzó a tronar. Mis instrumentos empezaron a bailar, y yo perdí mi confianza. Ya no controlaba el avión y perdí contacto con la torre de control.
De alguna manera intenté controlar la
situación, pero el avión picó peligrosamente. Me encontré en frente del río.
Sólo me quedó apearme. No tuve otra opción. la suavidad ya no era la prioridad.
¡
Boom ! Perdí un ala, y luego la otra; lo que quedaba de la máquina daba
vueltas locamente. Fui expulsado como un muñeco. Milagro, perdí mi aeronave,
pero mantuve la vida.
Después tenía que nadar hasta la tierra firme, pero con la tormenta que empezó, la corriente estaba fuerte y nadar no era fácil.
Después tenía que nadar hasta la tierra firme, pero con la tormenta que empezó, la corriente estaba fuerte y nadar no era fácil.
las
aguas me llevaron en dirección de las cascadas, e intenté nadar contra corriente,
pero comencé a cansarme y casi perdí las esperanzas.
Repentinamente,
vi un tronco de árbol que sobrepasaba en el agua, me agarré a él y nadé con
todas mis fuerzas hasta llegar a tierra.
Caminé dos horas bajo el sol, hasta que encontré la radio en los escombros de la aeronave. Después de ocho horas del despegue de un vuelo que debía durar una hora, estaba agotado, deshidratado y tenía hambre y sed como si fueran cuatro días que no había comido ni bebido.
Caminé dos horas bajo el sol, hasta que encontré la radio en los escombros de la aeronave. Después de ocho horas del despegue de un vuelo que debía durar una hora, estaba agotado, deshidratado y tenía hambre y sed como si fueran cuatro días que no había comido ni bebido.
Cuando
el grupo de rescate que había llamado una hora antes me llevaba al hospital, me
decía : « ida en avión y vuelta en helicóptero. » A pesar de todo, ¡estaba
hecho para volar!
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VINCENT
Relato trágico
Era un magnífico día de verano, en el que
el sol brillaba sobre el mar de aceite del océano Pacífico. De vacaciones con
amigos durante dos semanas, Martin descansaba y plenamente sacaba provecho de
estos permisos merecidos. Decidieron ese día irse a la aventura. Querían ir a
ver la isla Ritaya, reputada por ser una de las islas más bellas del mundo. Una
agencia les había propuesto irse en la hidroavión “la vigilancia”, y no lo
dudaron ni un segundo. Un día perfecto. Se fueron muy temprano y llegaron a la
isla después de dos horas de vuelo apacible. Cuando amerizaron, se quedaron sin
aliento.
La isla era espléndida, como si hubiera
sido pintada por un artista legendario. Los colores eran muy vivos: el verde
que embriagaba los árboles, la arena de oro blanco, el cielo de un azul tan
puro reflejándose sobre el mar turquesa. Se la pasaron bañándose, paseándose,
reposándose en la playa. En el almuerzo hicieron una comida campestre sobre la
arena. Martin observó entonces las nubes en el horizonte, pero no se inquietó
mucho por eso, diciéndose que estaban bastante lejos. Continuaron dedicándose a
sus actividades, y sin darse cuenta, una hora más tarde, las nubes habían
alcanzado la isla.
El cielo se ennegrecía cada vez más. La
agencia que los había llevado los montó en el avión. Estaban manifiestamente
muy inquietos. El viento comenzó a soplar mucho. Sintieron cada vez más miedo.
El avión aumentó la velocidad, pero cuanto más iba rápidamente, más temblaba
bajo el efecto del viento. Sus alas parecían desprenderse en una dirección
luego en la otra, y los ruidos que oían no eran de buen augurio. Estaban aterrorizados,
volaban en plena tempestad. Los truenos retumbaban y vieron relámpagos que
traspasaban el cielo negro. Se sentían como hormigas en un diluvio, tratando de
salir de allí y de salvar mal que bien su vida. Y fue cuando un relámpago
golpeó el ala derecha del avión y lo destruyó completamente. El aparato comenzó
a arremolinarse, Martin perdió toda noción del tiempo y del espacio, todo iba
muy rápidamente y muy lentamente al mismo tiempo. El avión golpeó entonces
violentamente el mar, dislocándose. Martin se encontró sumergido en el fondo
del agua. Nadó hasta la superficie y constató que el mar estaba desencadenado, como
si hiciera estallidos de rabia con olas desmesuradas. Pero tuvo de nuevo suerte
porque vio un pedazo del avión: uno de los flotadores. Nadó con fuerzas,
dislocándose los hombros, y logró mal que bien subirse. Se agarró a eso como si
su vida dependiera. Cayó entonces en un estado de inconsciencia, su espíritu
divagó en los meandros de su subconsciente.
Salió de su torpor al día siguiente. El
mar había vuelto a ser llano, tranquilo, como si la violencia de la que había
sido testigo nunca hubiera existido. ¿Estaba vivo, pero por cuánto tiempo?
Esperó durante horas, convencido de que iba a morir de hambre y de sed. De
repente, oyó un ruido que venía detrás de él. ¡Un avión! Los socorros habían
venido a buscarlo, a salvarlo. Bajaron una camilla en la que pudo subir al
avión. El alivio que sintió le dio la impresión de que su corazón iba a explotar.
Estaba sano y salvo. Sin embargo, descubrió algo que le quitó la sonrisa de sus
labios. Ninguno de sus amigos estaba allí. El avión volaba hacia el continente para
alcanzar la tierra firme y Martin se sintió entonces muy solo.
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RAPHAELLE
Tragedia : una ascensión cruel
En 1985, dos
alpinistas americanos, Andrew y Dave, decidieron hacer la ascensión de la cara
oeste del Siula Grande en la Cordillera
de los Andes en Perú.
Después de
meses de preparación, empezaron la ascensión el doce de julio. Al cabo de tres
días, alcanzaron la cumbre, fueron los primeros alpinistas que realizaron esta
hazaña.
Durante el
descenso, hubo una tempestad muy fuerte en la montaña. Dave se rompió la
pierna. A esta altitud, era el equivalente de una condena a muerte. A pesar de
todo, Andrew decidió no abandonar a su
compañero. Empezó a hacerlo deslizar poniéndole una cuerda.
Lograron
bajar de esa manera durante una buena parte del día pero, repentinamente, Dave
se encontró suspendido en el vacío, solamente mantenido por la cuerda. Como
estaban amarrados juntos por la cuerda, Andrew era lo único que impedía que
Dave cayera en el vacío. Después de dos horas de esfuerzos para subir a su
amigo, Andrew vio las cosas como son. No podía salvarle y él estaba perdido
también si no cortaba la cuerda. Después de una hora de tortura mental, Andrew
decidió cortar la cuerda que lo unía a Dave…
Dave cayó varias
decenas de metros y aterrizó en una grieta inmensa. Andrew logró volver a bajar
de la montaña y reunir el campo de base, pensando que su amigo había muerto en
la caída.
Pero Dave
mostró una tenacidad y una voluntad increíbles y consiguió salir de la grieta.
El dolor de una intensidad imposible de imaginar, pero Dave avanzó en el
glaciar y por los peñascos con su pierna rota.
Finalmente,
Dave llegó al campo de base durante la noche. No era reconocible por las
condiciones tan extremas que aguantó. Perdió un tercio de su peso al final de
estos cuatro días de lucha por su supervivencia.
Dave conservó
importantes secuelas físicas de esta experiencia y los dos alpinistas vivieron
con secuelas mentales aún más difíciles.
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PAUL
Hace cinco meses que
estoy en Uganda. Cinco largos meses. Cada día veo horrores cada vez más
monstruosos. Cada día pueblos enteros son sacrificados encima del altar de la
guerra civil. Cada día nos damos cuenta de nuestra incapacidad,
incluso los militares no pueden hacer nada cuando todo un pais se mata.
incluso los militares no pueden hacer nada cuando todo un pais se mata.
Sólo vemos las peores
cosas que la humanidad es capaz de
hacer, solo podemos ver los cuerpos mutilados y violados de mujeres y niños. En 24 días mi misión se terminará y podré ver a mi mujer y a mi niño e intentar de olvidar todo lo que he visto aquí.
hacer, solo podemos ver los cuerpos mutilados y violados de mujeres y niños. En 24 días mi misión se terminará y podré ver a mi mujer y a mi niño e intentar de olvidar todo lo que he visto aquí.
¿24 días? Pero aún estoy
en Bangui, la capital de Centroafrica. Todavía hace demasiado calor, son las seis
de la tarde y mi camiseta caqui se ha puesto pegajosa por el sudor. Los
mosquitos, los animales, los hombres, todos los seres vivos de aquí intentan
matarte. Cuando se ponga el sol, vamos a salir para desarmar un pueblo situado
a 1 hora en 4x4.
Somos cinco en
uniforme militar completo, fuertemente armados, y estamos esperando la señal en
medio de la noche. Sonó un rifle. Es la señal, rompemos la puerta y
entramos dentro de la habitación a mano armada.
Dentro de la
habitación, una mujer y cuatro niños con un plato de arroz en las manos, nos miran
con terror. Puedo oír las voces de mis camaradas gritando agresivamente: «WEAPONS,
DO YOU HAVE WEAPONS ? » en un inglés aproximativo. Todo el mundo está muy nervioso.
Ayer perdimos tres compañeros en una misión como ésta. El silencio parece durar
horas. En un país con mas de 300 idiomas la comunicación es un problema real y
es probable que no entiendan el inglés. Repentinamente la madre se levanta.
« DON?T MOVE ! »
Nunca antes había gritado así. Pero la mujer frente a nosotros se dirige hacia
un cajón, introduce su mano y se detiene. Mi dedo se crispa sobre el gatillo.
El tiempo parece detenerse. Todos los músculos de mi cuerpo están tensos. Mi
corazón deja de latir. El único movimiento en la habitación es el lento e
inexorable desliz de una gota de sudor sobre mi frente. Acaba sacando su mano
del cajón. Una mancha roja aparece sobre su frente. La expresión de su cara se
bloquea. Se derrumba en el suelo sin hacer un solo ruido.
Todavía no se ha
movido nadie. Observamos los cinco la mano de la mujer abrirse y mostrar una
figurita de la virgen María.
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YANN
La niña del coche
Nunca me han gustado los
coches, ni el olor, ni el color, ni el ruido ensordecedor de las mecánicas mal
fijadas. De niño, solíamos ir a visitar a mis abuelos en el sur. Recuerdo el
calor sofocante de verano en el viejo coche de mi padre sin aire acondicionado.
Recuerdo haberme aburrido tanto, en el asiento, detrás de mis padres que se la pasaban peleando por dinero u otra cosa. Pero esos penosos momentos no son la razón principal por la que odio los coches.
Lo recuerdo todo.
Era un martes; un martes de
Julio. Había hecho un tiempo maravilloso desde Junio hasta esa mañana. Mi
padre se había peleado con mi abuela. Estaban los dos muy enfadados. Gritaban
mientras yo estaba jugando con mis soldados de plomo. De repente mi padre me
gritó: « ¡recoge tus cosas, nos vamos! »
El cielo se había ensombrecido de
repente con nubes que parecían salir de la nada, poniéndose cada vez más oscuras.
Se adivinaba el rugido del trueno allí lejos que sin embargo no se oía por el
ruido de las mecánicas mal fijadas. Mis padres seguían peleando a propósito de
no sé qué.
Ellos no lo vieron, yo sí.
Yo lo vi todo. Vi el coche azul recubierto con barro irrumpir por la izquierda
con una velocidad espantosa. Pensé que iba a chocar contra nosotros, pero no
fue así. Al contrario, nosotros chocamos contra él.
Lo recuerdo todo.
Recuerdo el olor. Recuerdo
el color. Recuerdo el ruido ensordecedor de las mecánicas chocando las unas
contra las otras, y nosotros atrapados en esa explosión metálica. El olor era el olor a humo y a sucio. El color
era el color de la sangre. Ese día vi flujos de sangre por primera vez. La
mujer que conducía tenía la cabeza contra el volante. No se le veía la cara.
Tenía el pelo rubio con mechas húmedas de su propia sangre. Una de sus manos
quedaba colgada al final de su brazo y la otra no la vi. Quizás, pensé, se la
hubiera arrancado la explosión…
Recuerdo a la niña en el
asiento de atrás. La recuerdo a ella como nunca pude recordar a alguien más. Tenía
el pelo rubio, más rubio que el de su
madre. Agarraba su peluche con las dos manos. No miraba a ningún lado, me
parecía perdida. Miraba a su alrededor sin encontrar nada ni a nadie. Era una
mirada de niña perdida. Recuerdo cuando me vio. Me vio y su mirada trató de
decirme algo que no entendí. Pero noté el cambio. Ella había encontrado algo.
Reconocí el momento en el que su alma dejó su cuerpo: había encontrado el
camino de la muerte.
En ningún momento pareció
sentir miedo. Solo eso, estaba perdida, encontró el camino y su alma se fue. Pero
yo sí que sentí miedo, y rabia, y odio. Cada vez cuando recuerdo a esa niña la
recuerdo como si fuera ayer que ocurrió. A principios la recordé como una amiga
de juegos, después como a una hermana menor, y dentro de poco tiempo, no cabe
duda, la recordaré como a una hija.
En definitiva, no me gustan
los coches.