dimanche 18 mai 2014

Relato de una Tragedia. Cuento escrito después de la lectura del "Relato de un Náufrago" del escritor colombiano García Márquez




Un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.

« Mí primera impresión fue la de estar absolutamente solo en la mitad del mar ».

Resumen:
El 28 de febrero de 1955 cunde la noticia de que una tormenta en el mar Caribe ha hecho naufragar al destructor Caldas, de la marina de guerra de Colombia. La búsqueda de los náufragos se inicia de inmediato, pero al cabo de pocos días de esfuerzos inútiles los marineros perdidos son declarados oficialmente muertos.
Sin embargo, una semana después aparece uno de ellos. Es Luis Alejandro Velasco, que ha permanecido diez días, sin comer ni beber, en una balsa a la deriva. El renombre inmediato rodea al náufrago, un muchacho robusto, de veinte años, "con más cara de trompetista que de héroe de la patria".
El sobreviviente acude un día a la sala de redacción de El Espectador de Colombia. Propone a un joven periodista narrar la verdadera historia del naufragio, sin las deformaciones del oficialismo ni los manoseos de la propaganda.
El joven periodista se llama Gabriel García Márquez. "En veinte sesiones de seis horas diarias -dice el futuro autor de Cien años de soledad- logramos reconstruir el relato compacto y verídico de sus diez días de mar. Era tan minucioso y apasionante que mi único problema literario sería conseguir que el lector lo creyera." La historia se publica en catorce días consecutivos. El éxito es fulminante. A lo largo del diálogo salen a la luz muchas verdades, y el relato de aventuras se convierte en denuncia política que agita al país, cuesta la gloria y la carrera al náufrago y condena al exilio al entonces joven periodista...

Hemos leído este relato la semana en que el escritor se fue para siempre (marzo del 2014).

En su homenaje, vimos y comentamos en clase una entrevista que le hicieron y en la que García Marquez define lo que significa ser del Caribe. He aquí algunas de las preguntas y respuestas:

                Entrevista  a García Marquez en Cartagena

1.     LO QUE MAS LE GUSTA DE LA COSTA DEL CARIBE



El cuerpo y la mente se le reajusta y se identifica con ese medio ecológico del Caribe
Ha llegado a la conclusión de que uno es de su medio ecológico

« A mi me sueltan vendado y yo sé que estoy en el Caribe porque el organismo me está funcionando de una manera que no me funciona en otra parte … »

CUANDO ESTÁ EN EUROPA : « es un desastre, duermo mal, la memoria me falla, las asociaciones las hago de otra manera »



  ¿QUE DESCUBRIÓ CUANDO VIAJÓ AL CARIBE PORQUE ESTABA BLOQUEADO en la escritura del « Otoño del Patriarca » ?
Se dio cuenta de que se le habia acabado "la gasolina de su cultura básica"

"Necesitaba tener otra vez ese ambiente metido adentro para seguir escribiendo"



AUSENCIA / EXILIO
« Yo no me he ido » ; « no he cortado el cordón umbilical »
"No he podido desarraigarme del Caribe"
"Los elementos básicos de lo que escribo los tenía a los diez o doce años en la Costa" 

LO NARRATIVO

El talento del Caribe es contar

La gente sabe contar.



EN LA ENTREVISTA, GARCÍA MARQUEZ HABLA DEL "VALLENATO" COMO MÚSICA POPULAR INTIMAMENTE LIGADA AL ALMA DEL CARIBE.

ESCUCHAMOS ENTONCES EL "VALLENATO" INTITULADO "NOBEL" DE LOS HERMANOS ZULETA RECORDANDO EL PREMIO NOBEL RECIBIDO POR EL ESCRITOR. LA LETRA DE LA CANCION HACE REFERENCIA A CIEN ANOS DE SOLEDAD



EL VALLENATO NOBEL
Gabo, te manda de Estocolmo
un pocón de cosas muy lindas
una mariposa amarilla
y muchos pescaditos de oro
Por eso sabe lo que te agrada
por eso el te manda conmigo
el perfume desconocido
que tiene un olor a guayaba
También te manda
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
Le mostré la frases tan lindas
que escribiste en un papelito
pa´ que se dé cuenta Gabito
que yo sí tengo quien me escriba
En el nuevo libro de Gabo
dijo que él iba a publicar
que yo me parezco a un gitano
y mi corazón a un imán.
También te manda
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
las mariposas amarillas
de Mauricio Babilonia
Tu sabes que Estocolmo está lejos
queda muy cerquita del Polo
allá se camina en el hielo
que un gitano trajo a Macondo
Gabo me ha invitado a su fiesta
y esto para mí es un gran honor
fui con los Hermanos Zuleta
pa’ que el Rey oyera acordeón.




IMANE


                  La noche del 13 Mayo

En la noche del martes 13 mayo, el buque "la resistente" yendo a Italia, transportaba novecientos pasajeros, principalmente turistas, y cien tripulantes a bordo.

Esa noche, los vientos soplaban muy fuerte. Había una terrible tormenta de lluvia. A pesar del mal tiempo, el buque fue autorizado para abandonar el puerto.

Media hora después, los tripulantes lanzaron la señal de alarma e informaron de la existencia de fuego. Varios pasajeros pidieron volver al puerto de partida, pero el capitán insistió en continuar su viaje a Italia diciendo que todo estaba bajo control.

Como el humo se volvió más denso, los pasajeros subieron a cubierta y empezaron a pelear con los tripulantes porque querían saber qué pasaba. Marinos y capitán respondieron con frialdad: “cálmense y vuelvan a sus cabinas”.

Al principio el fuego estaba en la parte inferior, pero pronto se extendió. Después de una hora de pánico, terminó. Los pasajeros estaban finalmente aliviados. 
De repente, se produjo una explosión en la parte inferior y el buque se fue llenando de agua. Algunos pasajeros y tripulantes aterrorizados saltaron del buque y empezaron a nadar. ¡No tenían salvavidas y el barco se encontraba à 10km de la costa!

¡Lo más increíble de esta tragedia fue que el capitán abandonó su barco! El buque se hundió y miles de personas perdieron la vida! 
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THIBAULT

La llegada de la plaga

Había una vez una familia de campesinos en Galicia, región del norte de España. En esta familia vivía una pareja con los padres de la esposa y sus tres hijos.
Estos agricultores cultivaban trigo alrededor de la casa que se ​​encontraba en un pequeño pueblo cerca del mar.

Un día, un barco que venía del Este llegó al puerto cercano. Los comerciantes vendían a los restaurantes sus especias y productos raros que transportaban desde lejos.

Al día siguiente, el padre, que estaba montado en el barco para comprar artículos, comenzó a tener fiebre.

El abuelo, que no podía moverse de su cama, reaccionó inmediatamente. Ordenó a su hija y a su hijo pequeño que huyeran rápidamente en la medida de lo posible, al menos hasta la próxima primavera.

Hicieron inmediatamente sus paquetes y los dejaron en el bosque cercano porque encontraron un refugio donde podían quedarse. La vida era muy difícil porque llegó el invierno y todas las noches, los lobos se acercaban a la cabaña para tratar de buscar comida.

El invierno fue muy duro y muy frío, pero una mañana de marzo, el hijo menor decidió explorar el área antes de que su madre se despertara.

Los lobos no dejaron pasar esta oportunidad, y se lo comieron en el amanecer. La madre, totalmente acongojada, decidió que todo el mundo tenía que volver al pueblo antes de que el invierno terminara.

El camino de regreso fue muy difícil en la nieve y el frío. Pero el resto de la familia se las arregló para llegar a la aldea.

Se encontraron con un pueblo desierto.

La plaga. Era la peste. Estaban solos, todo el mundo se había muerto.

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RICARDO

Inspiración – El tráfico de negros esclavos en los años 1600 y 1700 fueron muy intensos y eran destinados al mercado de caña de azúcar en Brasil. Los viajes en barcos eran muy peligrosos y pocos eran los negros que llegaban vivos y en buenas condiciones de salud.

                La historia

Zari era un guerrero de la tribu Macuas. Fue uno de los miembros más importantes y tenía el respeto de todos gracias a su capacidad de combate excepcional y fuerza física. Cazaba todos los días para alimentar a su tribu, junto a su gran amigo Taú y vivía con su familia: Lori, su madre; Zarina, su esposa y Xoloni y Xinavane, sus dos hijos de 11 y 13 años, respectivamente.
    Un día regresó a casa después de la caza y encontró su aldea en llamas: los exploradores europeos habían invadido la aldea. Eran las 19:00 y el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte. Zari intentó localizar a su familia, pero cuando finalmente la vio ya era demasiado tarde: su esposa e hijos estaban encadenados, su madre gritando palabras de horror en su rostro sangrado en frente de su casa. Antes de que pudiera reaccionar, fue encadenado y dominado por 4 hombres. Tomaron a todos los hombres de la tribu y 3 mujeres, una de ellas era Zarina. Lori fue abandonada en la aldea.
    la leyenda de los "hombres de la cara blanca" se hizo realidad. Caminaron encadenados durante dos días, hasta que finalmente llegaron al mar y al barco, que era sólo el comienzo de una gran tragedia.
    En el barco, Zari y otros negros de la tribu fueron colocados en el sótano, muertos de hambre y frío, en condiciones horribles de higiene. Desde el décimo día, todos los días cada uno de sus amigos se enfermó y fue arrojado al mar por los comandantes de la tripulación. Zarina y las otras dos mujeres fueron "asignadas" en otra parte del barco, y todas las noches los hombres oían sus gritos de horror y violencia.
    Veinte días después del inicio del viaje, vino una tormenta que torturó el barco y su tripulación durante 15 horas. Cada vez más, lo estaba levantando viento y las olas eran más violentas. Fue entonces cuando llegó la orden del capitán: "arrojen los negros por la borda!!!". El barco estaba demasiado pesado y no podía capear el temporal. Poco a poco, los negros más débiles, delgados y menos valiosos fueron arrojados por la borda. Los primeros fueron Xoloni y Xinavane. Zari y Taú lucharon duro para tratar de detenerlo, pero no pudieron. Por la desobediencia, Taú fue arrojado junto con los dos chicos y Zari se vio obligado a verlos ahogarse. En dos horas, el barco tenía la mitad de la cantidad de negros, y la última en ser arrojada por la borda fue Zarina, sus gritos eran una mezcla de alivio de liberación y tristeza por su Zari que seguiría vivo, sujeto a la tortura y el dolor.
    La tormenta se fue lentamente, y el día que el sol volvió, extrañas y hermosas playas aparecieron delante de la embarcación. Se encontraban en Recife, Brasil. Zari sabía que su futuro sería una continuación de su triste y asfixiante viaje.                    ::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
 

LUC
La Aeropostal  
 Cuando veo las nubes lejos en el horizonte no puedo impedirme que piense.


      Ese viaje no fue una excepción. Soy un piloto chileno y pertenezco a la Aeropostal.  Me gustaría decir que soy unos de los mejores pilotos actuales pero nunca he podido mentir. De hecho, era  la primera vez que la compañía me dejaba un avión para ir a Buenos Aires desde Santiago. Comencé mi viaje solo, rodeado únicamente de la inmensidad de la Cordillera de los Andes. 
       Estaba muy feliz y orgulloso de este privilegio y me sentía preparado. Ya llevaba seis horas de vuelo y me quedaba todavía bastante tiempo. Mi avión - o el que me prestaba la compañía - era un Potez 25. Para nosotros, pilotos, eso era muy simbólico. En efecto dos años antes, Henri Guillaumet se había caído con un aparato de ese tipo en  medio de la Cordillera. Por eso los temores  causados por ese avión eran concretos. Era como si supiéramos que estábamos pilotando un ataúd volante que podía caerse en cualquier momento. Pero intentaba olvidar eso. 
       Me concentraba en las nubes al horizonte y los colores del cielo alumbrado por el sol que agujereando la noche estaba pariendo el alba [MD1] . Pienso que los pilotos son las personas más felices del mundo porque les pagan para mirar la paleta de pintura que Dios utiliza todas las mañanas para crear de nuevo el mundo de hoy. Así esa mañana estaba mezclando el rojo y el amarillo con el algodón de las nubes y un pigmento secreto que da a las capas de colores sus caracteres tan  sedosos y metálicos. Los primeros rayos del sol recalentaban mi rostro. Habría querido que este momento no terminara. 
       Habría querido decir que siguiendo el sol me había encontrado en Buenos Aires. Habría querido decir que me había encontrado en Buenos Aires al final.  Pero en una fracción de segundo, negras y gigantescas nubes lo arrastraron todo. La paleta mágica fue sustituida por la obscuridad, el calor por violentos vientos y ráfagas de lluvia. Ya no vi nada. A pesar de mi pesada carga de correo, el avión fue maltratado por los vientos empujándolo pavorosamente y aleatoriamente a la izquierda o a la derecha como si fuera una pluma. El avión empezaba a perder altura. Tuve que tirar con todas mis fuerzas el joystick para estabilizar el aparato.  De repente, a través de un hoyo entre las nubes vi la montana alta y poderosa dibujarse delante de mi. Con una calma tan sorprendente como plácida y resignada dije tres veces en la radio : ¿MayDay?.   
         Mi mensaje se perdió en la vacuidad de las ondas hertzianas y fue rápidamente escondido por el rugido de los vientos y el zumbido del motor. No recuerdo precisamente en que pensaba entonces. Sé solamente que no pude enderezar el avión a tiempo. Yo vi el ala izquierda estallar contra la ladera de la montaña. Me di cuenta entonces de que perdí el control. El avión empezó a hacer barrenas y ya no sabía donde estaba el suelo y donde estaba el cielo. No me recuerdo cuando toqué la nieve ni la violencia del choque. Cuando desperté me encontraba tendido en la nieve incapaz de moverme. Podía ver el armazón de mi aparato cincuenta metros delante de mi. Ya no sentía mis piernas y tenía sangre en mis manos. Me daba vueltas la cabeza y no podía pensar en nada. Muchas horas habían pasado y estaba cada vez más débil. Comenzaba a delirar. El frío me entumecía y a medida que el tiempo pasaba, sentía mi cuerpo cada vez menos. En esta profunda inmovilidad, ya no sufría. Mi espíritu estaba yéndose.  Fue en este estado de letargo que salí definitivamente de mi cuerpo. 
           Les Hablo  desde mi taller de pintor donde cada mañana preparo la paleta y los colores del día para derramarlos en las nubes durante el alba. Intento dibujar señales  para que los otros pilotos no me olviden y me gusta verlos dirigirse hacia mi todas las mañanas.




[MD1] !Bella frase !
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FATMA

                Malibu alerta



En  verano, tomé la costumbre de ir a una playa de Monastir para nadar y relajarme. Es una pequeña ciudad costera tunecina que se llama “playa de palmas”. También me acostumbré a flotar boca arriba y dejarme llevar por la corriente. Un día mientras yo estaba allí, me encantó explayarme sobre el mar, mirar el cielo, escuchar las aves y dejarme ir. De repente, sentí como una bola de plástico que me tocaba. Por lo tanto, reaccioné muy rápidamente para ver lo que era y para quitármela con la mano o alejarme de ella. Pero cuando vi los tentáculos, no entendí lo que era durante los primeros dos segundos. Después supe que era un tipo peligroso de medusa dado su gran tamaño y color. En Túnez, estas medusas se llaman medusas azules. Tienen un líquido venenoso en sus tentáculos que causa parálisis. Así, me asusté y traté de alejarme de ella. Pero la medusa tomó mi mano cuando revolvía el espacio donde estaba y sentí un dolor insoportable en el brazo. Ese dolor me dio un impulso lo que me permitió eliminar parcialmente el peligro. En efecto, la medusa estaba a un metro de mí. Pero, sentía un hormigueo en la mitad de mi cuerpo. Luego, no sentí más nada. Una parte de mi cuerpo se durmió. Me mantuve en la superficie del agua sólo gracias a mi otra mitad. Pero no tenía mucha fuerza para nadar a la playa en esa situación. 
Observé todo el tiempo a mi alrededor por temor a que la corriente acercara la medusa o que otras medusas surgieran. También, lloré con la esperanza de que alguien me oyera. Pero nadie me veía en ese estado mientras luchaba para llegar a la arena que parecía muy lejos. De repente, el viento empezó a llegar y las olas se volvían cada vez más grandes. Mi corazón estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir latiendo. Mi interior estaba muy agitado, el pánico me invadía. Haciendo un esfuerzo por respirar, una ola me alcanzó y bebí agua. Entonces, no podía respirar ya que toda mi boca estaba llena de agua. Intenté pedir auxilio pero nadie podía escucharme, estaba muy lejos y mi voz no tenía suficiente fuerza. El veneno de la medusa me estaba haciendo efecto y me resultaba muy difícil seguir con los ojos abiertos. No tenía fuerzas para nadar y mi cuerpo no respondía, no me podía mover. Cuando creía que era mi fin, que serían los últimos momentos de mi vida, un balón me tocó la cabeza. Mis últimas fuerzas las empleé en abrir los ojos y vi que era mi hermano menor de 10 anos que quería jugar conmigo. Cuando me vio que no podía más y que estaba a punto de ahogarme nadó rápidamente en mi auxilio y una gran ola lo atrapó por completo, ahogándose. 
No sé cuánto tiempo más estuve en el agua. Sólo oía los gritos de mi hermano. Me pareció una eternidad pero de repente abrí los ojos, volví a tener fuerzas, pero ¿dónde estaba? Era el hospital. Mis padres estaban a mi lado llorando, parecían tristes y no se alegraron cuando me desperté. Les pregunté qué pasaba y mi madre no pudo contestar, en ese momento le entendí, mi hermano estaba muerto.       
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PIERRE-LOIK
La tragedia de  Pompeya

Como todas la mañanas, el sol, regalo de Apolo, proyectaba la sombra del gigante Vesubio sobre la ciudad de  Pompeya. Yo era pastor de ovejas, por eso  vivía en una cabaña al margen de la ciudad, en los campos.
La gente se había establecido al lado de la enorme sierra porque la tierra era muy fértil, era bendita por Ceres, la diosa de la agricultura. Mis amigos se habían establecido como mercaderes en el centro de la ciudad, eran mucho más educado que yo.
Ese día, en la madrugaba, fui a la ciudad para vender la lana de mis ovejas. Al andar, noté que de repente el cielo se volvió gris. Empezó a nevar, pero la nieve no era ni blanca ni helada. Parecía ceniza, lo que quedaba después de un fuego.
Encontré a mis amigos para trocar mi lana. Aproveché para preguntar si sabían cual era la causa de ese fenómeno. Me tranquilizaron diciendo que a veces Júpiter jugaba con los elementos para oscurecer el cielo rápidamente y crear tempestades. Pompeya era bendita por los dioses y ningún fenómeno podía hacerle daño. 
De pronto, la tierra tembló, las personas salieron a la calle para protegerse, las casas robustas resistieron a pesar de la fuerte sacudida. Después de unas horas, la tierra se había calmado y la vida normal se iba reanudando. Pero, yo tenía un mal presentimiento, algo muy malo estaba a punto de suceder. Pero por no querer ser como Casandra decidí quedarme silencioso. Temía que una catástrofe sucediera porque lo había imaginado. 
Bruscamente la ira de Vulcano se desencadenó sobre la ciudad, la montaña empezó a escupir fuego. El material era como un fuego animado, era lento pero destruía las casas como si fueran de papel. La gente intentaba salvar lo poco que quedaba después del paso de la lava destructora.
Era como la descripción de los infiernos: la tierra  antes fértil, ahora árida, y la temperatura calurosa al lado de la lava y helada en otro lado por la desaparición del sol. Los habitantes le suplicaron a los dioses que los protegiera y, si eran culpables de cualquier cosa,  que los perdonara.
Por suerte, decidí volver a mi casa para cuidar de mis
ovejas que habían tenido que huir por el tremor. En el camino de regreso, debía cruzar un río. En ese momento, oí un gran ruido, como un disparo, y vi el gigante Vesubio estallar, el ruido era más fuerte que la fulminación de Júpiter. Un viento rojo y marrón empezó a recorrer  la ladera del volcán. La flora que había resistido a la lava, fue totalmente aniquilada por este soplo de Plutón, el dios de la muerte.
Esa nube ardiente seguía su camino con una velocidad digna de Mercurio, hacia la ciudad. Intenté alertar a la gente con gritos porque no podían ver  la amenaza nublados por las cenizas. Mis amigos que se habían quedado en la frontera de la ciudad me oyeron y empezaron a correr hacia mi dirección. Pero ya era demasiado tarde, todo se acabó en un instante,
vi a mis amigos cansarse, vi la nube cubrir la ciudad como un sudario cubre un cadáver.
Por una reacción automática, me hundí dentro del río. Luego, sólo quedaba la oscuridad, los ruidos, las lamentaciones de la gente. En el río me sumergí hasta el punto de que me faltaba aire, a pesar de esta protección,  el agua  era tan calurosa que me quemó como si mi
sangre y piel hirvieran. Me parecía que ese momento de dolor duraba una eternidad. Cuando finalmente resurgí, no había ningún ruido, toda la ciudad estaba quemada. La gente permanecía fijada como si hubieran encontrado la mirada de la Medusa. Me quedé solo, abandonado por la gente, la naturaleza, los Dioses.

¡Qué funesto destino para Pompeya! ¡Qué mala Fortuna para este pueblo! 
      
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AELA


Fukushima sin amor


Minamisoma, Japón, 14h46. Sentí el suelo temblando. Vi el agua agitándose en mi copa. Las fotografías en los muros empezaron un baile loco alrededor de los clavos. En buena japonesa, cogí en un segundo un cojín del sofá y me refugié debajo de la mesa. Acurrucada ahí, el cojín sobre la cabeza, oía el ruido de vidrio roto, y los ojos cerrados, solo podía imaginar hasta qué punto la casa se caía. Después de dos largos minutos de sacudidas, la calma finalmente volvió. Salí con cuidado de mi escondite para comprobar los daños hechos por el terremoto. A pesar de que la casa estaba equipada contra estos accidentes, la violencia de las sacudidas había tirado al suelo la mayoría de los objetos y el  salón ya no tenía buena cara. Mirando por la ventana los tejados rotos y los coches inservibles, vi que todo el mundo no había tenido tanta suerte como yo. Era el 11 de Marzo 2014 y el reloj anunciaba 14h49.


Fukushima Daiichi, Japón, 14h46. Ese viernes no funcionaban los reactores 4, 5 y 6 de la central de Fukushima Daiichi, sólo trabajaban los tres primeros. Desde las primeras sacudidas, los sistemas de seguridad pararon todos los reactores.


Minamisoma, Japón, 15h. El teléfono, que no sé cómo no lo había deteriorado el seísmo, sonó. Me precipité hacia él, esperando oír a Hiro.


-          “¿Cómo estás?, preguntó mi marido.


-         Estoy bien, le respondi ¿y tú?


-         Bien, bien. ¿Y la casa, hubo desperfectos mayores?


-         Sí, pero, hubiera podido ser peor.


-         Vale. Lo que me importa es que estés bien. Voy a ver en el sitio de la central de Fukushima Daiichi, nos llamaron a propósito de los reactores, parece que se rompieron algunos. Hasta luego.


-         Vale, cuídate.”


A pesar de que mi marido era bombero desde hace unos veinte años, siempre me preocupaba saberle en algún lugar peligroso. Sabía que hasta que no volviera, a las 6 de la tarde, como siempre, estaría nerviosa. Estábamos juntos desde hace unos 15 años,  y siempre habíamos vivido en la pequeña ciudad de Minamisoma, a 25km de Fukushima Daiichi. Para distraerme, empecé a limpiar la casa.


Fukushima Daiichi, Japón, 16h37. Llegó a la costa la ola de 15 metros provocado por el seísmo, explotando contra la central que solo tenía protección para olas de 6 metros. La ola del tsunami deterioró los sistemas de enfriamiento de los tres reactores, desencadenando las fusiones.


Minamisoma, Japón, 18h. La limpieza me ocupó hasta las seis, hora a la que, como previsto, Hiro volvió a casa. Me explicó la situación en la central. Los sistemas de enfriamiento de los reactores ya no funcionaban, lo que podía causar una exploción. Vi que estaba preocupado, lo que no era común en él puesto que era un hombre sereno; su angustia mostraba que la situación era grave. Hiro volvería el día siguiente para cuidar el accidente. Con esa perspectiva, no dormí bien esa noche. Temía por lo que podría ocurrir.  


Minamisoma, Japón, 8h. Le dije adiós a mi marido, con el temor – sentimiento que ya había tenido muchas veces por ser la mujer de un bombero – de que era la última vez que lo deseaba. No estaba tan nerviosa como ayer, mi marido me había tranquilizado, diciéndome que muchos expertos y equipos de seguridad estaban en la central.


Cuando se fue, encendí la radio, para seguir los acontecimientos. La voz anunciaba que la población que vivía en un perímetro de 20km de la central había evacuado y decía que los que estaban a menos de 30km de la central debían estar listos para irse. Me fui a preparar una maleta para Hiro y para mí en caso de orden firme de evacuación. Cuando oí que el sistema de enfriamiento del reactor uno se había quedado sin funcionar durante unas 14 horas, me vinieron sudores fríos.


 Minamisoma, Japón, 13h25h. Oí por la radio que la Agencia japonesa de seguridad  nuclear anunció que la fusión  del reactor 1 podía estar pendiente.


Minamisoma, Japón, 15h36. El presentador anunció que hubo una explosión en el edificio del reactor número 1 de la central Fukushima Daiichi. Me puso nerviosa el anuncio.


Minamisoma, Japón, 18h. Esperé a Hiro delante de la puerta de nuestra casa. Las manos crispadas, las uñas desgarrándome la piel, me quedé al acecho del menor ruido, esperando a mi marido.


Minamisoma, Japón, año 2014. Hace 3 años que espero a mi marido y sigo esperándolo. Sin embargo, no me queda mucha esperanza.
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SAAD

                   La maldición del primer despegue 

        Era un día normal cuando me desperté esa mañana. El cielo estaba azul y claro, un día perfecto para despegar. Hice mi ritual normal  poniéndome mi ropa de aviador, y me dirigí al aeropuerto.
        Cuando estaba en mi coche, me encontré recordando de que cuando era niño decía : « cuando sea grande, me convertiré en un piloto ». Ya era una realidad. Ese día iba a conducir mi primer aeronave solo, y estaba orgulloso.
        Puse en funcionamiento el aparato y me preparé para despegar. El sol era brillante, y me dije : « va a ser un juego de niños ». A pesar de que el cielo se volvió gris, nunca me imaginé lo que me esperaba.
        De repente, vi el cielo lleno de nubes, y comenzó a tronar. Mis instrumentos empezaron a bailar, y yo perdí mi confianza. Ya no controlaba el avión y perdí contacto con la torre de control.

        De alguna manera intenté controlar la situación, pero el avión picó peligrosamente. Me encontré en frente del río. Sólo me quedó apearme. No tuve otra opción. la suavidad ya no era la prioridad.

¡ Boom ! Perdí un ala, y luego la otra; lo que quedaba de la máquina daba vueltas locamente. Fui expulsado como un muñeco. Milagro, perdí mi aeronave, pero mantuve la vida. 
Después tenía que nadar hasta la tierra firme, pero con la tormenta que empezó, la corriente estaba fuerte y nadar no era fácil.

las aguas me llevaron en dirección de las cascadas, e intenté nadar contra corriente, pero comencé a cansarme y casi perdí las esperanzas.

Repentinamente, vi un tronco de árbol que sobrepasaba en el agua, me agarré a él y nadé con todas mis fuerzas hasta llegar a tierra.
     Caminé dos horas bajo el sol, hasta que encontré la radio en los escombros de la aeronave. Después de ocho horas del despegue de un vuelo que debía durar una hora, estaba agotado, deshidratado y tenía hambre y sed como si fueran cuatro días que no había comido ni bebido.

Cuando el grupo de rescate que había llamado una hora antes me llevaba al hospital, me decía : « ida en avión y vuelta en helicóptero. » A pesar de todo, ¡estaba hecho para volar!
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VINCENT

Relato trágico



      Era un magnífico día de verano, en el que el sol brillaba sobre el mar de aceite del océano Pacífico. De vacaciones con amigos durante dos semanas, Martin descansaba y plenamente sacaba provecho de estos permisos merecidos. Decidieron ese día irse a la aventura. Querían ir a ver la isla Ritaya, reputada por ser una de las islas más bellas del mundo. Una agencia les había propuesto irse en la hidroavión “la vigilancia”, y no lo dudaron ni un segundo. Un día perfecto. Se fueron muy temprano y llegaron a la isla después de dos horas de vuelo apacible. Cuando amerizaron, se quedaron sin aliento.

      La isla era espléndida, como si hubiera sido pintada por un artista legendario. Los colores eran muy vivos: el verde que embriagaba los árboles, la arena de oro blanco, el cielo de un azul tan puro reflejándose sobre el mar turquesa. Se la pasaron bañándose, paseándose, reposándose en la playa. En el almuerzo hicieron una comida campestre sobre la arena. Martin observó entonces las nubes en el horizonte, pero no se inquietó mucho por eso, diciéndose que estaban bastante lejos. Continuaron dedicándose a sus actividades, y sin darse cuenta, una hora más tarde, las nubes habían alcanzado la isla.

      El cielo se ennegrecía cada vez más. La agencia que los había llevado los montó en el avión. Estaban manifiestamente muy inquietos. El viento comenzó a soplar mucho. Sintieron cada vez más miedo. El avión aumentó la velocidad, pero cuanto más iba rápidamente, más temblaba bajo el efecto del viento. Sus alas parecían desprenderse en una dirección luego en la otra, y los ruidos que oían no eran de buen augurio. Estaban aterrorizados, volaban en plena tempestad. Los truenos retumbaban y vieron relámpagos que traspasaban el cielo negro. Se sentían como hormigas en un diluvio, tratando de salir de allí y de salvar mal que bien su vida. Y fue cuando un relámpago golpeó el ala derecha del avión y lo destruyó completamente. El aparato comenzó a arremolinarse, Martin perdió toda noción del tiempo y del espacio, todo iba muy rápidamente y muy lentamente al mismo tiempo. El avión golpeó entonces violentamente el mar, dislocándose. Martin se encontró sumergido en el fondo del agua. Nadó hasta la superficie y constató que el mar estaba desencadenado, como si hiciera estallidos de rabia con olas desmesuradas. Pero tuvo de nuevo suerte porque vio un pedazo del avión: uno de los flotadores. Nadó con fuerzas, dislocándose los hombros, y logró mal que bien subirse. Se agarró a eso como si su vida dependiera. Cayó entonces en un estado de inconsciencia, su espíritu divagó en los meandros de su subconsciente.

      Salió de su torpor al día siguiente. El mar había vuelto a ser llano, tranquilo, como si la violencia de la que había sido testigo nunca hubiera existido. ¿Estaba vivo, pero por cuánto tiempo? Esperó durante horas, convencido de que iba a morir de hambre y de sed. De repente, oyó un ruido que venía detrás de él. ¡Un avión! Los socorros habían venido a buscarlo, a salvarlo. Bajaron una camilla en la que pudo subir al avión. El alivio que sintió le dio la impresión de que su corazón iba a explotar. Estaba sano y salvo. Sin embargo, descubrió algo que le quitó la sonrisa de sus labios. Ninguno de sus amigos estaba allí. El avión volaba hacia el continente para alcanzar la tierra firme y Martin se sintió entonces muy solo. 
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RAPHAELLE



Tragedia : una ascensión cruel

En 1985, dos alpinistas americanos, Andrew y Dave, decidieron hacer la ascensión de la cara oeste del Siula Grande en  la Cordillera de los Andes en Perú.

Después de meses de preparación, empezaron la ascensión el doce de julio. Al cabo de tres días, alcanzaron la cumbre, fueron los primeros alpinistas que realizaron esta hazaña.

Durante el descenso, hubo una tempestad muy fuerte en la montaña. Dave se rompió la pierna. A esta altitud, era el equivalente de una condena a muerte. A pesar de todo, Andrew decidió  no abandonar a su compañero. Empezó a hacerlo deslizar poniéndole una cuerda.

Lograron bajar de esa manera durante una buena parte del día pero, repentinamente, Dave se encontró suspendido en el vacío, solamente mantenido por la cuerda. Como estaban amarrados juntos por la cuerda, Andrew era lo único que impedía que Dave cayera en el vacío. Después de dos horas de esfuerzos para subir a su amigo, Andrew vio las cosas como son. No podía salvarle y él estaba perdido también si no cortaba la cuerda. Después de una hora de tortura mental, Andrew decidió cortar la cuerda que lo unía a Dave…

Dave cayó varias decenas de metros y aterrizó en una grieta inmensa. Andrew logró volver a bajar de la montaña y reunir el campo de base, pensando que su amigo había muerto en la caída.

Pero Dave mostró una tenacidad y una voluntad increíbles y consiguió salir de la grieta. El dolor de una intensidad imposible de imaginar, pero Dave avanzó en el glaciar y por los peñascos con su pierna rota.

Finalmente, Dave llegó al campo de base durante la noche. No era reconocible por las condiciones tan extremas que aguantó. Perdió un tercio de su peso al final de estos cuatro días de lucha por su supervivencia.

Dave conservó importantes secuelas físicas de esta experiencia y los dos alpinistas vivieron con secuelas mentales aún más difíciles.
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PAUL



Hace cinco meses que estoy en Uganda. Cinco largos meses. Cada día veo horrores cada vez más monstruosos. Cada día pueblos enteros son sacrificados encima del altar de la guerra civil. Cada día nos damos cuenta de nuestra incapacidad,
incluso los militares no pueden hacer nada cuando todo un pais se mata.

Sólo vemos las peores cosas que la humanidad es capaz de
hacer, solo podemos ver los cuerpos mutilados y violados de mujeres y niños. En 24 días mi misión se terminará y podré ver a mi mujer y a mi niño e intentar de olvidar todo lo que he visto aquí.

¿24 días? Pero aún estoy en Bangui, la capital de Centroafrica. Todavía hace demasiado calor, son las seis de la tarde y mi camiseta caqui se ha puesto pegajosa por el sudor. Los mosquitos, los animales, los hombres, todos los seres vivos de aquí intentan matarte. Cuando se ponga el sol, vamos a salir para desarmar un pueblo situado a 1 hora en 4x4.

Somos cinco en uniforme militar completo, fuertemente armados, y estamos esperando la señal en medio de la noche. Sonó un rifle. Es la señal, rompemos la puerta y  entramos dentro de la habitación a mano armada.

Dentro de la habitación, una mujer y cuatro niños con un plato de arroz en las manos, nos miran con terror. Puedo oír las voces de mis camaradas gritando agresivamente: «WEAPONS, DO YOU HAVE WEAPONS ? » en un inglés aproximativo. Todo el mundo está muy nervioso. Ayer perdimos tres compañeros en una misión como ésta. El silencio parece durar horas. En un país con mas de 300 idiomas la comunicación es un problema real y es probable que no entiendan el inglés. Repentinamente la madre se levanta.

« DON?T MOVE ! » Nunca antes había gritado así. Pero la mujer frente a nosotros se dirige hacia un cajón, introduce su mano y se detiene. Mi dedo se crispa sobre el gatillo. El tiempo parece detenerse. Todos los músculos de mi cuerpo están tensos. Mi corazón deja de latir. El único movimiento en la habitación es el lento e inexorable desliz de una gota de sudor sobre mi frente. Acaba sacando su mano del cajón. Una mancha roja aparece sobre su frente. La expresión de su cara se bloquea. Se derrumba en el suelo sin hacer un solo ruido.

Todavía no se ha movido nadie. Observamos los cinco la mano de la mujer abrirse y mostrar una figurita de la virgen María.

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YANN

                                              

La niña del coche





Nunca me han gustado los coches, ni el olor, ni el color, ni el ruido ensordecedor de las mecánicas mal fijadas. De niño, solíamos ir a visitar a mis abuelos en el sur. Recuerdo el calor sofocante de verano en el viejo coche de mi padre sin aire acondicionado. Recuerdo haberme aburrido tanto, en el asiento, detrás de mis padres que se la pasaban peleando por dinero u otra cosa. Pero esos penosos momentos no son la razón principal por la que odio los coches.



Lo recuerdo todo.



Era un martes; un martes de Julio. Había hecho un tiempo maravilloso desde Junio hasta esa mañana. Mi padre se había peleado con mi abuela. Estaban los dos muy enfadados. Gritaban mientras yo estaba jugando con mis soldados de plomo. De repente mi padre me gritó: « ¡recoge tus cosas, nos vamos! »

El cielo se había ensombrecido de repente con nubes que parecían salir de la nada, poniéndose cada vez más oscuras. Se adivinaba el rugido del trueno allí lejos que sin embargo no se oía por el ruido de las mecánicas mal fijadas. Mis padres seguían peleando a propósito de no sé qué.



Ellos no lo vieron, yo sí. Yo lo vi todo. Vi el coche azul recubierto con barro irrumpir por la izquierda con una velocidad espantosa. Pensé que iba a chocar contra nosotros, pero no fue así. Al contrario, nosotros chocamos contra él.



Lo recuerdo todo.



Recuerdo el olor. Recuerdo el color. Recuerdo el ruido ensordecedor de las mecánicas chocando las unas contra las otras, y nosotros atrapados en esa explosión metálica. El olor era el olor a humo y a sucio. El color era el color de la sangre. Ese día vi flujos de sangre por primera vez. La mujer que conducía tenía la cabeza contra el volante. No se le veía la cara. Tenía el pelo rubio con mechas húmedas de su propia sangre. Una de sus manos quedaba colgada al final de su brazo y la otra no la vi. Quizás, pensé, se la hubiera  arrancado la explosión…



Recuerdo a la niña en el asiento de atrás. La recuerdo a ella como nunca pude recordar a alguien más. Tenía el pelo rubio, más rubio que el de  su madre. Agarraba su peluche con las dos manos. No miraba a ningún lado, me parecía perdida. Miraba a su alrededor sin encontrar nada ni a nadie. Era una mirada de niña perdida. Recuerdo cuando me vio. Me vio y su mirada trató de decirme algo que no entendí. Pero noté el cambio. Ella había encontrado algo. Reconocí el momento en el que su alma dejó su cuerpo: había encontrado el camino de la muerte.



En ningún momento pareció sentir miedo. Solo eso, estaba perdida, encontró el camino y su alma se fue. Pero yo sí que sentí miedo, y rabia, y odio. Cada vez cuando recuerdo a esa niña la recuerdo como si fuera ayer que ocurrió. A principios la recordé como una amiga de juegos, después como a una hermana menor, y dentro de poco tiempo, no cabe duda, la recordaré como a una hija.



En definitiva, no me gustan los coches.