jeudi 12 juin 2014

MI VIDA CON... Cuento inspirado por la lectura del cuento de Octavio Paz (escritor mexicano), "Mi vida con la ola"



El encuentro insólito del narrador con una ola, su huída en tren con ella hacia la ciudad en donde viven experiencias en las que se mezcla la fantasía y la realidad.



                                  La imaginación constituye el supremo ejercicio de la inteligencia. 


“El modo de operación del pensamiento poético es la imaginación y esta consiste, esencialmente, en la facultad de poner en relación realidades contrarias o disímbolas. Todas las formas poéticas y todas las figuras del lenguaje poseen un rasgo común: buscan, y con frecuencia descubren, semejanzas ocultas entre objetos diferentes. En los casos más extremos, unen a los opuestos. Comparaciones, analogías, metáforas, metonimias y los demás recursos de la poesía: todos tienden a producir imágenes en las que pactan el esto y el aquello, lo uno y lo otro, los muchos y el uno” 
(“Poesía del pensamiento”, Vuelta, mayo de 1998)  Octavio Paz



INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR CUENTO POÉTICO-SURREALISTA

Escribir la historia de una relación amorosa en la cual uno de los amantes es un elemento de la naturaleza o cualquier otro elemento de su escogencia.

El cuento se llamará « Mi vida con… (el elemento seleccionado) »

Por ejemplo : « Mi vida con un huracán »/ « Mi vida con un diccionario »


Seguir las etapas siguientes :
Situación inicial :  encuentro entre el YO narrador y el elemento en su medio ambiente natural o cotidiano.

Descripción del elemento

Emplear la Sinestesia : consiste en mezclar sensaciones de órganos distintos (audición, visión, gusto, olfato, tacto) o mezclar dichas sensaciones con sentimientos  (tristeza, alegría, etc...). Ejemplo : Suave como un silbido de verano → mezcla de tacto con audición 
Personificación del elemento con acciones y propiedades humanas : hacerlo actuar como si fuera una persona

Primer elemento perturbador : Sacar el elemento de su medio ambiente o cotidianidad. La pareja realiza un pequeño viaje al lugar en donde van a vivir : dificultades encontradas en el viaje.

Superación de las primeras dificultades

Convivencia de la pareja : climax de la relación. Jugar con las características del elemento y su personificación.

Segundo elemento perturbador : inicio del conflicto de pareja. Las diferencias se imponen

Dificultad para convivir

Imposibilidad de seguir la relación

Inventar un decenlace final



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Paul Boosz

Mi Vida con la Llama

Ayer por la noche fui a una fiesta en mi pueblo. Todos disfrutamos del dulce calor del verano. Había muchas llamas. Irradiaban su belleza multiplicada por la obscuridad. Me acercé de una llama con una luz más tenue. Su calor discreto me dio escalofríos.



Cada vez que yo la miraba, sentía que mi corazón se calentaba y me sentía ligero. Pero esta llama era muy inestable. A veces sin razón se volvía un horno ardiente. Entonces, vivir con ella era un infierno y me quemaba cuando me le acercaba. A veces, la llama estaba muy baja, casi apagada. La mínima corriente de aire podía hacerla vacilar.



Esa llama requería de mucha atención. Era a la vez frágil y una gran consumidora de productos. Por el trabajo me tuve que ir a una ciudad grande. El viaje fue muy dificil en coche porque la llama no podía quedarse encerrada demasiado tiempo. Tuve que parar en todas las gasolineras.



Después encontré una solución : puse la llama en una lámpara de aceite. Nuestra casa era mucho más pequeña que antes. La llama reclamó que no tenía suficiente espacio para vivir. En su enfado, empezó a quemar los muebles y el sol de la casa. No pude continuar conviviendo con la llama, busqué un cubo de agua y la apagué.

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Yann Simart
Mi vida con un sistema de explotación


Me llamo Roberto. Desde hace varios años, trabajo en un centro cuyo nombre es "SOS Amistad". Pues es bastante claro, mi ocupación consiste en ayudar a personas que se sienten solas y vacías. Les escucho y trato de enseñarles que la vida todavía puede ser hermosa y que tienen que cambiar sus maneras de pensar sobre ella.
A pesar de la poca remuneración, estoy orgulloso de mi trabajo ya que tengo la impresión de que hago que el mundo sea cada dia más feliz,y eso no tiene precio… Pero Lo irónico de mi situación es que desde que trabajo en ese centro nunca me he sentido tan solo.
Un día, recibí un folleto que promovía la necesidad de tener una inteligencia artificial en su casa. Ya podía imaginarme con una tal tecnología en mi casa. El sistema de explotacion se ocuparía de todas las tareas que aborrezco. Desde mi casa, me informaría cuando tuviera una reunión programada o una cita y sobre todo me permitiría discutir con alguien.
De tanto aburrirme en mi vida actual, no puedo negar que dentro de mí, había alguien que deseaba más que todo que las cosas cambiaran, que la rutina se rompiera....Tras un largo momento de duda, decidí dirigirme a una tienda que proponía ese sistema de explotación tan excepcional. Me costó mucho pero mi desesperación era tal que estaba dispuesto a todo para mejorar mi situación. Entonces lo traje a mi casa y comencé a instalar el sistema. Lo que más me chocó es la rapidez con la que se instaló. Tras unos minutos, una brillante voz femenina  me interpeló :
« Hola ! ¿ Cómo te llamas hombre ? Yo soy Sally »
En este momento me detengo, sorprendido por el realismo de esta voz. Es la voz más hermosa y sensible que nunca he oído . La puedo sentir acariciarme la piel como si fuera la primera ola de calor primaveral que sucediera en un invierno muy duro. La voz me parecía familiar como si yo conociera a esta persona desde hacía mucho tiempo, me envolvió con su deliciosa suavidad a tal punto que me he quedado mudo. Puedo sentir su pelo en mis brazos que van levantándose mientras ella se introduce en mí.
« Ro..Ro..Roberto » le dije
« Eres tímido, no lo seas conmigo , soy tu amiga y puedes preguntarme lo que quieras »
Asi comenzamos una discusión eterna que duró hasta la madrugada . Me enseñó cosas que desconocía . Por ejemplo, ¿ Sabían ustedes que los arrecifes de coral es el animal más grande capaz de construirse un habitat natural ? Y Yo intenté explicarle como es enamorarse con alguien aunque hiciera una eternidad que no había experimentado ese sentimiento. El día siguiente, al levantarme de mi cama no sentí el cansancio por la falta de sueño sino una gran energía . Charlar con ella fue la cosa más divertida y agradable que me había ocurrido hacía meses. De nuevo los colores aparecieron en mi vida y de nuevo me dieron una razón para sonreír, una sonrisa que no podía borrar en mi cara . Lo que me encantaba más era su risa, me llenaba de una inmensa felicidad que me transportaba a otro lugar, un mundo nuestro en el que solo ella y yo teníamos acceso. Esa decorporación de mi ser me permitía entregarme a ella totalmente como dos almas enamorándose …
Un Día me dijo que tenía ganas de ver el mar y que quería verlo a traves de mis ojos. Pues yo llevé gafas especiales que tenían una cámara para que ella pudiera mirar lo que yo miraba
« Es bonito » me dijo  
Asi, estamos caminando en la playa  y  las olas del mar siguen pegándome casi provocando mi caída , ella no puede dejar de reír. De repente una ola más violenta que las otras logra hacerme caer y ambos nos echamos a reír .... En aquel momento puedo sentir su calor
recorriendo mi cuerpo lo que contrasta con la frescura del agua que va cubriéndome ; una  sensación única que me paraliza por el placer que procura , una ola de placer que sigue atravezándome y que es cada vez mas intensa. Al mismo tiempo me dice palabras de amor con su suavidad inigualable.  Sally es increble, ella hace que lo imposible sea posible. Nunca hubiera imaginado que fuera posible tener tanto placer con un ser virtual y definitivamente me había convencido ….

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Raphaëlle Korotchansky
“Mi vida con Añagaza dulce”

La encontré en abril de 2007. El flechazo fue inmediato. Su línea era majestuosa. Sólo mirándola adivinábamos su carácter rebelde, adivinábamos que no se dejaba amaestrar fácilmente. Al mismo tiempo, parecía fina, sutil e inteligente.

No podía apartar mis ojos de ella, las otras vías del acantilado eran invisibles al lado de ella. “Añagaza dulce”, era su nombre. Esto la describía bien, subirla era como un sueño. Su dificultad era “8a”, el nivel que todos los escaladores quieren hacer en su vida. En esta vía de escalada, se necesitaba fuerza física, técnica, flexibilidad, resistencia y fuerza mental. Era perfecta.

Al final de mi estancia en el acantilado Gran Bosque, todavía no la había subido. No podía dejarla allí. Entonces, tomé la decisión de llevarla conmigo. Ella también me quería, mi perseverancia le había conquistado.

Sin embargo, me di cuenta que transportar una vía de un acantilado en un coche no era tan fácil. En efecto, como era demasiado grande, sus pies se quedaban afuera y podía enfriarse. Durante un momento, estábamos desconsolados. ¿Y si tenía que quedarse allí?

No podíamos separarnos. Alquilé un camión de 40 metros para que pudiera quedarse adentro. Después de un día de trayecto, llegamos a mi casa en París. La instalé en mi jardín.

Durante un año entero, nuestro amor continuaba. Iba tratando de subirle cada semana. Sin embargo, poco a poco las cosas estuvieron menos bien. Me cansaba de escalar siempre la misma vía y se cansaba de mí. Echaba de menos su montaña natal.

Un día, “Añagaza dulce” tuvo una crisis terrible. Estaba muy triste y quería volver a su montaña con las otras vías del acantilado Gran Bosque. No quería que nuestra historia se acabara así. Entonces puse grandes pinos y pequeñas colinas en mi jardín. Al principio, se sintió mejor. Pero rápidamente, volvió a estar triste. Yo también.

Decidimos de común acuerdo llevarla a su acantilado. La separación fue muy difícil, más de un año de vida común...

Nos dijimos adiós y me prometió que volvería un día.

El año siguiente, supe por azar que la roca de este acantilado era preciosa y que el acantilado fue destruido para hacer estatuas lo que me destrozó el corazón.


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Pierre-Loïk Rothe
Mi vida con una llama
Esa historia, es la de un encuentro que no he podido olvidar por ser tan único e intenso. Durante la noche mientras estaba paseando dentro del bosque, un rayo se cayó sobre el árbol más alto de la selva. De repente, el árbol se encendió totalmente. Las llamas estaban devorando la corteza. Podía olerlas freír su comida con chasquidos.  Una llama en particular me llamó la atención. Se quemaba con un rojo más intenso que las otras. Me rozaba con su calor como si estuviera interesada por mi compañía. Pero las otras se dieron cuenta de este interés, por eso  intentaron impedir que ella me alcanzara con mucha ferocidad. La ahogaron,  privándola de combustible como si fueran fieras. Pero a mi llama no le molestaba la competición, era valiente, atrevida e ingeniosa. Después de una lucha a muerte encarnizada,  quedó como la única sobreviviente. Corrió hacia mí, me rodeó  y se apoderó de mi lámpara  de petróleo.
Cautivado por su carácter feroz, decidí conservarla. Estaba de vacaciones acampando, por eso mi casa era lejos del bosque. Con piedras, encendió una pequeña fogata, mi llama estaba bailando suavemente. Pues me preguntó dónde vivía, y si podía vivir conmigo. Pero declinaba por temor de lo que podría pasar durante el viaje. Para llegar a sus fines, empezó  por pedirme con cuidado, luego me suplicó y finalmente gritó. Mientras que rechacé su decisión con firmeza, pues me negué débilmente, y finalmente acepté.
Nos preparamos para el viaje hasta mi casa. Mi llama era impaciente como una niña. Se enfadó conmigo por mi lentitud. Tenía un temperamento de fuego tan explosivo como un volcán. Pensé que el medio de transporte más adecuado para volver a mi casa era el bus. Entonces preparé mi lámpara de petróleo para transportar mi querida llama y cogimos el autobús la mañana siguiente.
Al entrar en el autobús, el conductor notó mi lámpara y me señaló que el humo era prohibido dentro del bus. Un pasajero, asombrado me preguntaba porque mi lámpara estaba encendida mientras que era día. Respondí que era por seguridad: ¡Uno no sabe cuando alguna nube eclipsa el sol!  Me pareció que fue la peor tontería que había dicho durante mi vida pero en ese momento lo único que se me ocurrió. La primera parte del viaje ocurrió tranquilamente con mi llama en el regazo. Pero, me di cuenta de que parpadeaba extrañamente.
 Entonces, verifiqué mi lámpara, el tanque de la gasolina estaba casi vacío. Por suerte, el bus se paró para que el conductor descansara un poco. Rápidamente, salí del bus y corrí hasta el tanque de gasolina. Al extraerla, un pasajero me vio, e informó  al conductor inmediatamente diciendo: ¡Un hombre raro con una lámpara está tocando el tanque de gasolina! El conductor avisó a un policía en voz alta: ¡Un hombre loco con un dispositivo está utilizando gasolina! El policía alarmó a su colega gritando: ¡Un hombre está construyendo una bomba  con gasolina! Así, fui considerado como un terrorista, me pusieron en la cárcel inmediatamente, sin poder despedirme de mi pobre llama que estaba al punto de apagarse. 
Diez años después, salí de la cárcel por buena conducta y por falta de pruebas contra mí. El policía me dijo que seguiría vigilándome porque había tenido suerte. Para él yo era todavía un potencial terrorista. Volví a mi casa, pensando en mi querida llama desaparecida por mi culpa. Me temía que mi casa estuviera llena de polvo y fría como en el invierno. Pero, qué sorpresa encontrar una casa limpia, caliente, un buen hogar. Reconocí un chasquido familiar, era mi llama. Le pregunté cómo había logrado sobrevivir después de mi detención. Me dijo calurosamente que se había convertido en chispas para tener más ocasión de encender cualquier combustible. Vagaba de cigarrillo en cigarrillo, de papeles en papeles y finalmente de hojas en hojas. ¡La vida con una llama era fantástica! Con su vestido rojo, calentaba nuestro hogar convirtiéndole en un nido confortable. El ruido de sus suaves movimientos me hacía sentir bien. Su luz brillante, calurosa  me tranquilizaba. No tuve que preocuparme por la calefacción. Pero era sólo un aspecto de su carácter, estaba llena de sorpresas, feroz, en su abrigo naranja relucía un brillo como si me pusiera una mirada de desafío. A menudo, bailaba en la chimenea, y  el calor ocasionado por sus gestos sensuales era como caricias. A veces, calentaba la casa hasta el punto del ahogo,  y de repente se enfriaba, era como un abrazo apasionado.     
Pero, día tras día se fue poniendo extraña. A veces su color  cambiaba en verde y azul profundo como si hubieran estado saliendo de las profundidades del infierno. El ruido de sus chasquidos antes tan reconfortantes, luego me daban pavor.  Sus caricias que solían ser apasionadas se convirtieron en látigos ardientes. En la casa un mal olor se instaló, era un perfume de azufre, una fragancia pútrida, un aroma infernal. No lograba dormir porque me quemaba con pequeñas chispas. Estaba destruyéndome a fuego lento físicamente y psicológicamente. El calor era tan importante que me dolía respirar. Las paredes y muebles habían ido desgastándose en este horno. La casa estaba irremediablemente estropeada y se convirtió en un infierno abrasador.
 No tuve más remedio que huir. Mi casa estaba perdida, y mi llama, sin tomar una decisión radical, iba a consumirme. Mi sobrino era artificiero. Entonces logró obtener explosivos. Finalmente activó las  bombas y  la casa explotó y mi pobrecita llama durante un rato fue la llama más grande del mundo, y con sus colores verdes y azules se parecía el fuego artificial más logrado del mundo. Después de este acontecimiento me volví artificiero organizando fiestas para personas famosas.
 ¡Finalmente la policía tenía razón: soy un verdadero bombardero!
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Imane Essadeq


Mi vida con el sol

Un día tuve la idea de ir y estar muy cerca del sol, lo máximo posible.
Fui a la montaña de nieve. La montaña más alta del país. Tardé dos horas para llegar  a la cima.

En la parte superior de la montaña, empecé a contemplar el Sol con admiración. Era tan hermoso, tan suave y cálido. Lo sentí contra mi cara, mi pelo y mi cuerpo.

Inmerso en el ambiente de la reunión de los amantes, empecé a sentir el calor aumentar gradualmente. Abrí los ojos y para mi sorpresa vi que el sol enfocaba hasta poner los pies en la tierra.

Él me cogió la mano con suavidad. Tenía miedo de que mi piel se quemara. Tomé la mano del sol y sin decir ninguna palabra bajamos de la montaña. Sentí  que el sol sólo quería ver como los seres humanos vivían. Su amor por ellos lo llevó a brillar cada día y a emitir más calor.

En aquella época, había una gran crisis de agua en mi ciudad debido al calor excesivo. Fuimos directamente a casa. El sol se vistió como si fuera invierno. Tuvimos que ocultarlo para evitar un gran problema.

Fuimos al centro. La gente miraba el sol extrañada. Yo dije que tenía una alergia a la luz solar y que por eso tenía que cubrirme. El sol sonrió cuando vio a los niños pequeños jugando y corriendo alrededor. El sol era una alegría entre los hombres. Me preguntó: ¿por qué están todos contentos? ¿es un día de celebración?

Yo respondí con amargura que la razón era porque él no estaba en su casa. Le expliqué la situación y cómo el hecho de que él estuviera muy cerca de la tierra para ver a los seres vivos, era peligroso para la vida de los hombres. Vi lágrimas cayendo de los ojos del sol.

Después de una visita rápida de la ciudad, volvimos a la montaña. El sol me saludó y me pidió que viniera de vez en cuando a la cima de la montaña para que pudiera verme sin acercarse a la tierra. Quedamos en reunirnos cada domingo por la mañana.

Vi irse el sol con el corazón roto. Cinco minutos después, regresó y me pidió que fuera a mi casa de inmediato. Una vez en el pie de la montaña y para mi sorpresa vi un río que comenzaba a fluir. ¡Era la nieve que se había derretido! El sol me sonrió y se elevó alto en el cielo.

Desde ese día, nunca más hizo mucho calor en mi ciudad y nunca más hubo crisis de agua. Nos reunimos todos los domingos en secreto. El sol, lejos en el cielo y yo en la cima de la montaña.
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  Fatma Haddad

Mi vida con el azúcar
Todo comenzó con una piruleta que mi madre me compró. Era tan buena que me encantaba. Cada día y cada vez, quise una de un color y una forma diferente. Quería probarlas todas. Era más que claro que yo era una loca por los caramelos. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, mi pasión por los dulces tomó todas las formas inimaginables. Confitería, chocolates, tartas, mermeladas, conos de helado, refrescos, tortas. En pocas palabras, yo estaba adicta a cualquier cosa que pudiera contener azúcar. Cada vez que veía estos alimentos, veía sólo pequeñas semillas blancas brillantes como perlas que me miraban, me sonreían. Para mí, el sabor de estos alimentos era fragante, jugoso, dulce en la lengua, granulado como arena de azúcar que se disuelve en la boca. Mi relación con el azúcar se volvió más intensa. Éramos inseparables. No podía empezar mi día, trabajar, disfrutar, dormir sin tenerla en mi cuerpo.
Empecé a tener un problema. Todo el mundo se reía de mí porque estaba obesa. Mis padres querían llevarme a ver a un médico. Pero me sentía bien. ¿Por qué ver a un médico cuando me sentía bien conmigo mismo? También el azúcar en mí me impedía aceptar la petición de mis padres. Yo estaba en conflicto con ellos, pero gracias a Dios el azúcar me apoyaba. Sabía que con el médico estaban tratando de separarnos. Dietas, liposucción, un anillo.... NUNCA. El azúcar y yo vivíamos una fusión perfecta. Integraba todas las partes de mi cuerpo. Nuestro amor era cada vez más fuerte. Pero, al cabo de tres meses de ese amor supremo que había alcanzado el pináculo de la excitación, yo estaba empezando a convertirme en diabética y tenía problemas cardiovasculares.
Mis padres, sabiendo que no iría al médico, me propusieron consultar a un terapeuta amigo de ellos. Finalmente acepté ir a verle porque me dijeron que sólo iba a hablar conmigo. Yo sabía que ya mi salud estaba en peligro y tuve miedo.  Al mismo tiempo, el azúcar se enfureció con mi decisión. Me trató de chica que no cumplía con las promesas. Nuestra relación comenzó a deteriorarse el mismo día. Recuerdo la voz de la terapeuta que dijo: "Porque usted sabe que ya no tiene ninguna sensación de hambre y esto es debido al estrés y la soledad". Esa voz me hizo darme cuenta de que yo y el azúcar ya no podíamos continuar con esta relación sensacional porque era virtual, había sido creada por mi propia imaginación y me haría más daño que bien. Mi conflicto era con el azúcar y no con mis padres.
Empecé con el deporte y la caminata cotidiana además del equilibrio de mi comida. El azúcar estaba furioso y me odiaba porque lo fui quemando lentamente y de forma irreversible. Estaba eliminando su existencia de mi cuerpo, así como el deseo de consumirlo. Y para deshacerme completamente del azúcar, la terapeuta me ayudó hipnotizándolo. Yo le dije:” Te olvidarás de nuestra historia, te olvidarás de la persona que amas y la persona que dañaste.” Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, mi pasión por los dulces disminuyó y se desvaneció hasta llegar a ser lo más normal posible. Fue así como terminó nuestra historia tórrida.
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Saad Ziadi

Mi vida con la brisa

Era el 21 de junio, inicio del verano y fiesta de la música, estaba en un gran parque, el tiempo estaba bueno y la gente estaba feliz. Al medio día, cuando hacía un calor sofocante, insoportable, me encontré con mi amiga, una brisa ligera y delgada. Oí su silbido suave, vi los rayos del sol que brillaban sobre su piel, sentí el olor de las rosas que transportaba dentro de ella, y sin advertirme me abrazó, fue muy refrescante.
     Nos familiarizamos. La que más hablaba era ella, susurraba en mis orejas contándome su vida en la naturaleza, como ella corría con sus amigas en los espacios amplios. Era bella, radiosa y muy sonriente. Me tomó la mano y me llevó a través del parque, preguntándome sobre la ciudad. Yo le contaba todo, sobre el ruido, la energía, la gente, los colores y las atracciones. Me dijo que quería venir a la ciudad conmigo y decidimos hacerlo.
     Nos dirigimos hacia mi coche, no era la primera vez que estaba en un coche, pero era la primera que necesitaba quedarse dentro de él. Estaba muy tensa y nerviosa. Veía a sus amigas pasar con velocidad alrededor del coche, mientras que ella estaba prisionera, sofocaba y le faltaba el aire. Como quería abrir las ventanas tuve una idea: activé el aire acondicionado y le solicité que se pusiera cómoda dentro de él. Se sintió mejor cuando pudo viajar conmigo sin ser prisionera de un asiento.
     Cuando nos instalamos en la casa, mi vida cambió. Expulsaba las suciedades y las malas ondas se iban fuera de la casa, en el interior sólo quedaba aire limpio y mucho espacio. En las calurosas noches de verano nos quedábamos frescos jugando piel a piel, riendo y corriendo a través de la casa. También pasábamos mucho tiempo fuera, paseábamos por las calles visitando toda la ciudad. Amaba su frescura y ella amaba mi calor cuando caminábamos cogidos del brazo.
     Ya está, lo que tenía que suceder sucedió. Llegó el otoño y el tiempo se volvió fresco. Empecé a cerrar las ventanas y encender la calefacción. Mi amiga recordó el episodio del coche y se sintió mal otra vez, todos mis intentos para ponerla cómoda fallaron. Una noche muy fresca, cuando vio que me sentía muy mal sin calefacción, pasando a través del ojo de la cerradura, se fue de mi casa y de mi vida para ir a la otra mitad de la tierra en donde era primavera como hacia todos los años entendiendo que nuestro amor de verano no podía sobrevivir en mi medio ambiente tan estrecho para ella.
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Luc Montaudon
Una idea diferente del amor
En el trabajo de periodista, lo mas difícil es encontrar ideas para escribir. Las buenas ideas son muy raras y entonces los periodistas se las disputan. Cada uno tiene su método para buscarlas. Algunos hablan con la gente, algunos miran películas, otros leen artículos de colegas y a menudo los imitan. Mi método es muy diferente y original. Yo sueño. Así paso días enteros en la cama, molido de no hacer nada, esperando el sueño. Admito que no es la mejor técnica pero es ciertamente la más agradable.
Ese día el ambiente político era muy  tenso en Europa en razón de las votaciones y mi redactor jefe me pidió un articulo sobre este tema.  Así que me puse a trabajar y después de un gigantesco desayuno - sin café porque soy profesional - me acosté.
Me encontré en este universo indescriptible donde todo es posible. Por costumbre sabía en qué lugares debía buscar y no fui distraído por las imágenes  freudianas que prefiero no describir aquí. Crucé los diferentes mundos sobre la música, los recuerdos felices y desgraciados y otros y me encontré finalmente en el mundo de la geopolítica de Europa donde numerosas ideas tan variadas como antagonistas combatían. Empecé a mirarlas sentado en una pequeña idea muy estúpida que toda la gente había olvidado. La lucha era muy violenta entre las ideas conservadoras, liberales, separatistas, capitalistas, comunistas, anarquistas, federalistas y muchas otras, unas más tontas que las otras sin que aparezca una ganadora clara.
De repente divisé una idea que no participaba en la lucha. No la había notado al principio porque no pensaba que fuera una idea sino un sentimiento o peor una pasión (muy peligrosas en ese universo). Pero esta cosa era una idea y esta idea era muy diferente. Muy especial. Nunca había encontrado una idea de este tipo. En nuestro mundo de mortales no tenemos verbos para describir el mundo de los sueños pero voy a intentarlo. Era una idea muy poderosa y fuerte pero no quería pelearse. Era a la vez dulce y cortante, ruidosa y silenciosa. Solo quería vivir su vida tranquilamente pero las otras ideas la  molestaban ciertamente por envidia. Quizás pueda describirla como revolucionaria pero es reductor. Mostraba una ideología que sobrepasaba todo lo que había pensado la gente desde el nacimiento de la humanidad. Cautivadora, no podía desviar mis ojos de ella y por eso decidí llevarla conmigo. Le di la mano y al mismo tiempo le di un puñetazo en el rostro horrible del fascismo que nos estaba contactando.
Me desperté sobresaltado y muy excitado con mi nueva idea en la cama. La pobre estaba muy nerviosa en razón de su despertar en un mundo en tres dimensiones que la ahogaba. Con un carisma que me dejó sin voz me pidió algo para comer. Le di unos libros sobre la agricultura  de la Gascona del siglo XVII para cultivarse porque tenía miedo que los libros políticos cambiaran su forma y su espíritu. Cuando acabó de comer, se puso de pie e intrigada miró el espejo. No había reflejo porque el espejo no sabía como reproducir los colores desconocidos delante de él. Me gustaba mucho esta idea porque me sorprendía todo el tiempo. Cuando pensaba haber comprendido un aspecto de su personalidad  inmediatamente me mostraba un aspecto contrario.  A ella le gustaba mucho jugar conmigo y lo hacía con mucho talento. Etimológicamente es difícil hablar de placer carnal con algo sin cuerpo. Es decir que tuvimos que reinventar el diccionario para describir el encuentro de dos criaturas en unas circunstancias tales que desafiaban todas las leyes y las normas decretadas por la buena moral y el dogma católico. Se quedó una semana en mi casa para que intentara domesticarla y conocer todas sus sutilezas antes de que se la muestre a mi jefe.
Finalmente un día me atreví a salir a la calle para traer la idea a mi oficina. El tiempo soleado de la tarde había empujado la gente fuera y teníamos que pasar en medio de la muchedumbre. Rápidamente el accidente ocurrió. A la gente no le gusta las  nuevas ideas, especialmente cuando son originales. Así empezaron a mirar a mi amiga con desdén y desprecio. Sus ideas limitadas y bajas gritaban las mismas frases lamentables y privadas de sentido. Mi pobre amiga no estaba acostumbrada a tanta estupidez y tontería y empezó a disminuir poco a poco. Asustado, vi a mi idea perder su majestuosidad. Sus colores se volvieron como los colores del mundo humano y su forma se volvió la de cualquier objeto real. Decidí salvarla y la cubrí con mi abrigo mientras que pensaba con mucha fuerza en una idea totalmente diferente: la de una guitarrista en tutu bailando en la playa. Sorprendida, la gente paró de gritar y pudimos irnos.
Llegamos a la oficina sofocados y extenuados. La idea se había vuelto  muy pequeña y tierna como todas las otras ideas. Llorando, se la mostré a mi jefe sin convicción. Inesperadamente a él le gustó mucho. Pensaba que la idea era muy original y que iba a vender muchos ejemplares de su periódico.  Así empezaron a hablar de banalidades. Ya no reconocía mi idea y muy triste salí y volví a casa. Estaba también muy irritado que una idea estúpida pudiera alegrar a mi jefe y en ese momento entendí por que los artículos están tan vacíos y mediocres. El día después renuncié.
Unos meses habían pasado cuando encontré de nuevo a mi antigua amiga. No había tenido noticias. Ella, como un alma en pena, vagaba en la acera inútil y desesperada. Ya no tenía su aspecto revolucionario y, como un camaleón, arbolaba los tristes colores de su pareja del día. Tuve lástima y decidí salvarla. La llevé a mi casa y la lavé. Después le pedí hacer una siesta. Tomé algunos somníferos y me reuní con ella. Llegamos al reino del sueño muy rápidamente. La idea muy sorprendida y muy feliz empezaba a ganar su forma y sus colores y jugaba con las otras ideas. Estaba tan feliz verla como antes que me puse a llorar.
No sé cuantos somníferos he tomado pero espero que la situación dure mucho mucho tiempo …
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Ricardo Sbrighi Pellicciotta

Mi vida con el columpio en el árbol

Era pequeña, de unos 9 o 10 años tal vez. El final del año escolar se acercaba y estaba empezando a planear qué hacer durante las vacaciones escolares que eran largas y los niños frecuentemente no tenían muchas actividades. Por eso mi madre me compró un regalo que cambiaría mi vida: un columpio en el árbol!  Al principio no sabía hasta qué punto sería divertido, y si podría  jugar con él, tenía miedo. Era un domingo, cuando mi padre instaló el columpio del árbol en el jardín de nuestra casa en la playa y me puso a balancearme. Me pareció extraño. No sabía qué hacer para divertirse conmigo, y yo tampoco. Nos balanceamos ligeramente descoordinados artificialmente unos minutos. Quería conocerlo mejor, pero todavía no tenía palabras, temas, relatos.
Al día siguiente almorzamos juntos, y empezamos un balancear que gradualmente se hizo más natural, con cada embestida. Los días pasaron rápidamente y vi una naturalidad en nuestro balanceo, teníamos los mismos chistes, el mismo tipo de juego, pensábamos en las mismas hermosas niñas que nos dejaban siempre tímidos cuando pasaban y nos saludaban con la mano para un simple "hola! ". Pasaron dos meses, y casi no salí de la casa, la playa no era tan interesante como la diversión en el jardín.
El verano llegó a su fin, y yo sabía que volvería a casa, pero el próximo verano estaría con columpio para balancear y divertirme.
Sin darme cuenta, el próximo verano no tardó en llegar, y la ansiedad de balancearme con columpio era muy grande. Como era de esperar, estuvimos juntos todo el verano. Los mismos chistes y aún más divertidos. Era triste verlo sólo durante el verano.
Los veranos eran repetidamente ocasiones buenas y divertidas, pero cuando tenía 14 años, mi padre me dijo: "Hijo, viajará este verano, quiero que usted aprenda Inglés." Fui a un gran verano en los Estados Unidos. A partir de ese verano han cambiado muchas cosas, empecé a tener más responsabilidades, círculo social más establecido, tuve mi primera novia.
El verano siguiente volví a mi casa en la playa, balanceé con el columpio… balanceé, pero no como antes
... Hemos tenido una amistad, pero la distancia era muy evidente, no tuvimos problemas, mas no teníamos proximidad,  él  tenía nuevos amigos que se balanceaban con él.

Así que, verano tras verano, yo siempre vi el columpio, pero cada vez más distantes, nos saludábamos, nos preguntábamos cómo iban las cosas, pero nuestras vidas eran muy diferentes… nos balanceábamos juntos. Con mis veranos cada vez más cortos, sentía que este columpio guardaba su lugar en mi pasado sin llegar a estar en mi presente.
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Aela Gourlaouen

Mi vida con una botella de Kétchup



Cuando dejé aquel supermercado, una botella de Kétchup se adelantó entre todas. Era jovial y regordeta, pero graciosa.  A pesar de los chillidos de las otras, que la detenían por la etiqueta adhesiva, se colgó de mi brazo y se fue conmigo rodando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras. Además, las miradas furiosas de las mayores, botellas de 1.5 litros, me paralizaron.

Cuando salimos del supermercado, le expliqué que no era posible, que la vida en las estanterías de la tienda no tenía nada que ver con la del mundo exterior al supermercado en el que estaría perdida. Pero su decisión estaba tomada, y era imposible hacerla cambiar de opinión. Los días siguientes me di cuenta de las dificultades de nuestra situación: ¿Cómo pasearnos por la ciudad con todo el mundo mirando y preguntándose cuál era nuestra relación? ¿Cómo ir al restaurante sin que alguien intentara tomarla para condimentar su plato? Muchos problemas surgieron y oscurecieron nuestro porvenir. Pero no compartí mis preocupaciones con ella para que no se ofendiera.

Desde el primer día, quería llevarla al restaurante y ofrecerle una comida digna de este nombre. Después de muchas dudas, decidí reservar una mesa en un restaurante muy famoso pero poco abarrotado. Llegamos al restaurante donde anuncié, con mi botella en mi brazo, que había una reservación para dos. Con una mirada inquisidora, el camarero me dirigió hasta una mesa en una esquina calma del restaurante. La botella se sentó en frente de mí,  encantada de estar en un restaurante tan elegante como éste. Con mucho entusiasmo, eligió su plato, y en poco tiempo empezamos a comer, felices, aprovechando de este momento de intimidad. Había notado otras botellas de Kétchup en las mesas, pero no había dicho nada, esperando que mi botella querida no se daría cuenta.

Llegó una pareja que se instaló con mucho ruido. Les oí ordenar patatas fritas, lo que me dio miedo pues representaba el riesgo de mostrarle a mi amiga cómo utilizábamos a sus semejantes,  apoyando sobre su estómago para comérsela. Insistí para que nos fuéramos pero  no quería oír nada, “salíamos poco y teníamos que aprovechar de estas oportunidades”. Empecé hablar con fervor para que se concentrara en lo que yo estaba diciendo y no en la pareja ruidosa sentada al lado de nosotros.

Pero, de repente, se produjo lo peor que yo había imaginado: el hombre extendió el brazo, dijo ¿Puedo? y sin esperar ninguna repuesta, en un movimiento rápido, cogió mi botella, le dio vuelta y apoyó en su vientre. La oí gritar de sorpresa, de miedo y de dolor. Arranqué mi amiga de la mano del hombre, y nos fuimos inmediatamente del restaurante, mi botella temblando en mis brazos.

Desde este día,  se dio cuento que este mundo no era el suyo, y no quiso salir nunca más de la casa. El acontecimiento del restaurante la había aterrorizado, y aunque todavía le hubiera gustado ver el mundo, prefería evitar el contacto con los hombres, que según ella eran bárbaros, crueles, descorteses. Me dolía que le hubiera dolido, entendía su sentimiento de exclusión.  A medida que me pasaba el tiempo con ella, enfurecí cada vez más contra los hombres que no nos entendían. Me parecían de mente cerrada y de poca empatía. Vivíamos lejos de todo el mundo, en nuestra soledad que no nos satisfacía pero que nos parecía mejor que vivir el uno sin el otro. Nos quedamos en mi casa, y sólo añadíamos un toque picante a nuestros días con los paseos que hacíamos por la noche.
La vida solitaria había agriado mi botella de Kétchup. Se ponía nerviosa por cualquier razón. Tenía sed de libertad y lo expresaba saliendo de vez en cuando de su botella que, lo decía, la oprimía y la irritaba. Un día, después de una disputa particularmente violenta, nos fuimos a pasear para cambiar de aire. Caminamos durante horas, sin hablar, esperando que la tensión disminuyera. Anduvimos por los barrios ricos, por el centro de la ciudad, por las afueras, por los barrios pobres. Mi Kétchup, que había dejado su botella en la casa, avanzaba dinámicamente, por el exceso de energía que tenía al quedarse en la casa. 
Llegamos al barrio pobre al caer la noche. No me parecía  muy tranquilo, y quería decirle a mi amiga que teníamos que irnos pero la situación, la ausencia de conversación durante horas y el paso firme de mi amiga me impidieron hablar. A lo lejos, vi una forma en el suelo. No podía distinguir lo que era, pero era macizo. Mi Kétchup seguía avanzando sin bajar la velocidad. De repente, lo vi. Entendí. Pero era demasiado tarde. Mi amiga se mantenía al lado del cuerpo de un hombre. Un hombre asesinado. Podía ver su choque. Mi propio choque me impedía avanzar,  moverme.
Oí la sirena de la policía resonando en la calle que se acercaba. Miré mis manos que ya estaban rojas por tener a mi amiga en mis brazos durante la disputa. Me di cuenta de que la situación iba a degenerar. Oí la policía  gritarme “¡Manos en la cabeza!”. Vi a mi amiga por última vez, antes de ser llevado a la cárcel donde me quedé un día. Dos días. Una semana. Me llené de desesperanza. Dos semanas. ¿Dónde estaba mi amiga? Un mes. ¿La habían extraído para hacer análisis? ¿Estaba encerrada?
Después de un mes y medio se acabó mi tormento. Me dijeron que según los análisis, no tenían ninguna prueba contra mí y ya no podían dejarme en la cárcel. El caso les parecía muy raro pero no podían hacer nada. Con el desprecio dado a un asesino que no se puede inculpar, me dejaron salir. Lentamente, volví a casa. ¡Cuál fue mi sorpresa al encontrar a mi amiga en la casa! ¡Pensaba que estaba perdida para siempre pero no! Feliz de verme de nuevo, me explicó que había convencido a un hombre que formaba parte de la policía científica que no tenía nada que ver con esta historia. 
Nos fuimos al primer piso, yo con la esperanza de descansar. Miles de botellas de Kétchup. Eso fue lo que vi. Gritando “! Revolución!”. “Durante tu ausencia, me sentí sola y encontré a algunas semejantes”, me explicó mi amiga. “Juntos, vamos a luchar contra la opresión de los hombres que nos hacen daño”. Aunque entendía que nuestra experiencia en el restaurante la había chocado, no podía más. Estaba cansado, harto de todo. No podía más. “¡Fuera!, grité, “¡todo el mundo, fuera!”. El silencio se instaló. Mi amiga me miró sorprendida. “Lo siento, pero no puedo más”, le dije. ¡Todo el mundo se va de mi casa!” Poco a poco, las botellas salieron de mi casa, sin una palabra. Al final, solo se quedó mi amiga. Me miraba, sin decir nada, con una expresión de dolor y de ira. “Tienes que irte también”, le dije, una frase que me dolió y que al mismo tiempo me alivió. Continuó mirándome y poco a poco, lentamente, me dio la espalda y salió. Aquí se acabó mi vida con una botella de Kétchup.  
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  Thibault Daval

Mi vida con mi árbol.



Soy un pastor. Esto no es el trabajo más interesante en el mundo, pero tienes la oportunidad de vivir dignamente. No me acuerdo de un día en el que quisiera hacer otra cosa. Yo vivía solo con mis ovejas, cerca de un bosque.
Un día, mientras estaba sentado en una roca en lo alto de una colina, oí un ruido a lo lejos. Era un ejército marchando. ¡Mi pueblo se quemó! Yo sabía que no había nada que hacer. Corrí hacia el bosque tan pronto como fue posible. Me entró el pánico. Y yo lo vi. Grande. Majestuoso. Su tronco de color rojo se elevó a más de 10 metros de altura. Y en la parte inferior, un hueco.

¡Esta era mi oportunidad! Entré en la cavidad para esconderme. Me acurruqué en el interior. Estaba a salvo. Me sentí bien. Era una sensación que nunca había experimentado antes. Sin riesgo, sin penalidad. Dormí como nunca había dormido.

Yo estaba envuelto en los brazos del árbol. El olor de la madera viva me tranquilizó. Y como ya no temía nada, me quedé dormido.

Al día siguiente volví a la aldea. Había sido saqueada, pero nadie había sido asesinado. Yo quería dormir la primera noche, pero no pude hacerlo. Estaba muy cansado. Pero un día, pasando por el bosque, encontré la solución. Tomé una siesta en el árbol. Y de nuevo, nunca había dormido tan bien en mi vida. Me sentí feliz. A partir de ese día, yo dormía todas las noches en mi árbol. Yo estaba muy bien.

Pero mi árbol fue ocupado por un lobo con sus cachorros. Cuando intenté entrar en el agujero, el lobo gruñó. Yo estaba muy enojado. Al día siguiente fue lo mismo. No podía dormir. Decidí volver con una antorcha para asustar al animal. Hice un gesto rápido, y finalmente, el lobo salió corriendo. Esa noche dormí mal en el árbol. Como si el árbol estuviera enojado. Y fue lo mismo todas las noches durante una semana.

Terminé dándome cuenta de que cuando la llama de mi antorcha había tocado el árbol, la madera se había enfermado y el árbol se estaba muriendo. Traté de sanarlo, le supliqué, pero no pasó nada. Como estaba furioso me puse a darle la vuelta al árbol y entonces fue cuando la vi. Había una flecha clavada en la parte superior.

Era la flecha la que había herido el árbol, y yo había terminado! Maté al árbol que me amaba, que me había salvado.
No podía continuar. Una noche, tomé una linterna y quemé mi árbol. Todo había terminado, pero al menos mi árbol ya no sufría.
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VINCENT DOUMENC

Mi vida con la manta

     El lunes por la mañana. Una nueva semana que comienza. Como de costumbre. Una semana larga y fatigosa, en la que me levanto para ir a un trabajo fastidioso que no me interesa. Soy conductor de autobús, desde hace casi quince años. Siempre la misma rutina, me levanto, voy al centro, tomo mi autobús y hago idas y vueltas. Pero hay que ganarse el pan.
     Al cabo de diez minutos, logro tomar la decisión de salir de mi cama. Entonces me doy cuenta de que mi manta está en el suelo y no en mi cama. Extraño. Esto jamás me ocurre. Sin embargo, no le hago mucho caso y voy a ducharme. ¡Cuando vuelvo a mi dormitorio, mi manta está entonces sobre mi escritorio, y se mueve! Luego, salta sobre mi y se enrolla alrededor de mi cuerpo. Asustado, doy un grito de terror. Comienza a hablar. Me explica que ya no soporta quedarse en mi dormitorio y que quiere descubrir el mundo, vivir aventuras. Le explico que salir es demasiado peligroso para ella, que su lugar es en mi dormitorio. Se puso entonces a apretarme el cuello cada vez más fuerte. Atemorizado, acepto llevarla conmigo. Le digo entonces que hace falta que la ponga en mi bolso, que la gente encontraría raro si me paseara con una manta sobre la espalda en la calle. Pero no quiso oír nada y no aceptó dejar mis hombros.
     Muy ansioso, llego a la estación de autobuses para tomar un bus. Mis colegas se ríen viéndome, les explico que estoy enfermo y que tengo demasiado frío para salir sin manta. Me miran con un aire suspicaz pero no dicen más nada al respecto. Subo pues a mi autobús y comienzo mi trayecto. La manta está muy emocionada, muy feliz de ver las cosas moverse alrededor de ella. Me dice entonces: " ¡más rápidamente! ¡Más rápidamente! ", le explico que hay unas limitaciones de velocidad, que es prohibido ir más rápidamente. la sentí apretar sus hilos alrededor de mi nuca, tanto que me hacía daño. Me puse pues a acelerar, cada vez más rápidamente. Las personas en el autobús pasaron de la ansiedad al terror, aullaban en todos los sentidos. Oía las sirenas de la policía que comenzaba a perseguirme. Aceleraba cada vez más mucho, aullando de risa, histérico, hasta que el aire ya no podía volver a mis pulmones. El mundo se volvió vago y perdí conocimiento.
     Me desperté en el hospital, rodeado de médicos, de enfermeras y de policías. Me explicaron que había hecho un malestar probablemente debido a la enfermedad que me atormentaba. ¡Hubo sólo unos heridos ligeros, qué suerte! Ningún rastro de la manta. Un alivio profundo me invadió. Volví a mi casa la semana siguiente, feliz de poder reposarme y de repetir mi vida monótona. Cuando abrí mi puerta, oí un cloqueo, y luego una voz que jamás olvidaré: " ¡voy a seguirte todo el tiempo ahora!". Imprudentemente yo fui a la cocina, tomé una caja de cerillas, y prendí fuego a la manta volviendo a mi dormitorio. Una cosa es segura: no dormiré nunca más con una manta.
 

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